El espejo

Quizá es práctica diaria mirarse al espejo, la humanidad lo hace bien sea por inmodestia, envanecimiento, o para dar entono a la figura que refleja un idealizado retrato. No sé cuándo aparece el espejo, pero sí que ha acompañado a los mortales desde siempre. Hay de diferentes tamaños, calidades, unos sencillos y otros apareciendo como determinantes en la suntuosidad de las viviendas, enseres conocidos como consolas, enmarcados acertadamente y hasta revestidos con pan de oro, ¡cuánta importancia tiene el espejo en el acomodo de las familias!


Se sostiene que los invasores ibéricos en sus astucias de conquista a los territorios americanos, utilizaron el espejo como arma de engaño, para mitigar las resistencias de los nativos. Se dice también que los brillos del espejo tenían un lenguaje utilizados en la incursión o la guerra. Han sido además instrumentos para afinar la belleza de reyes y reinas, afinamiento que trae la fábula cuando se consultaba a un espejo con poderes mágicos, ¿Quién es la mujer más hermosa de aquellos territorios? Y que al responder en favor de la consultante, aquel vidrio era el trasto consentido, que la malvada hizo pedazos cuando éste respondió contradictoriamente, sentenciando a la superstición y a fatales derivaciones a un espejo.


El espejo está en todas partes, en sala, en el baño, en el auto, en la cartera de las damas y hasta en instrumentos médicos y otros aparatos. Está en la escuela, en el hotel, en la sastrería, en la modistería, en las manos del campesino, en las de héroes, ídolos, monjas, genios y empleadas domésticas, el uso: desde los regulares hasta aquellos que esconden sorpresas y curiosidades.


Pero, siempre el espejo, ese mágico cristal, ha reflejado algo que está frente a él, ha mostrado las trenzas y los ojos de una niña, las primeras canas de hombres y mujeres, los surcos que vienen con la edad a los rostros. Pero hay un instante de desdoblamiento, cuando se puede mirar en el espejo espíritus desfigurados o poco perfectos, cuando sin maquillaje se dibuja desnudamente lo que somos interiormente.