Satanás en la universidad

No hay razones exactas ni profundas que justifiquen o expliquen la actuación de las universidades en el pasado paro de octubre. Para unos ‘ayuda humanitaria’ y para otros, apoyo tapiñado al vandalismo organizado desde el correísmo. Para la justicia ordinaria, aquí no pasó nada. Impunidad y libertad a los acusados por quemar la Contraloría y el patrimonio cultural de archivos históricos. Con jueces y fiscales que no saben del secuestro a policías, comunicadores y militares, de la centena de ataques físicos a periodistas, de pirómanos de edificios y medios de comunicación.

Un rector basilisco, que funge de sacerdote, en una homilía, después se lanza contra los periodistas al estilo de las bochornosas sabatinas del correato. Un religioso jesuita con agraciado cinismo y con dominio absoluto en la educación superior bajo la doctrina del eterno tiranuelo prófugo. Es que la sociedad requiere argumentos y respuestas .¿Dónde se diseñaron y construyó armas artesanales? ¿Quién graduó y entregó títulos a los ‘diabólicos’ de las tales ‘radios comunitarias’ que ahora filman y transmiten por celulares?

El caso de Chile grafica la interconexión telefónica que enfrentó mundos opuestos: los seguidores del modelo neoliberal elitista contra los que no tienen nada que perder en batallas campales y que pueden durar semanas o meses. En Colombia replica con eco la protesta desde la telefonía móvil matriz. En Bolivia, además, desde la estructura compleja de la producción de hoja de coca y la captación de rutas del narcotráfico, como Venezuela, que consolida ese fascismo apocalíptico; y México, con rostro palpable que asila referentes delictivos.

De ahí lo icónico ¿la precarización de la gente que incluye la universidad diseñada para la filosofía del reclamo? ¿Acaso un renacimiento de la historia y del pensamiento conducido por celulares? ¿Así, será posible salvar al planeta, la civilización, el respeto al conocimiento y la democracia? ¿La universidad al fin es santo o demonio?

[email protected]
@kleber_mantilla

No hay razones exactas ni profundas que justifiquen o expliquen la actuación de las universidades en el pasado paro de octubre. Para unos ‘ayuda humanitaria’ y para otros, apoyo tapiñado al vandalismo organizado desde el correísmo. Para la justicia ordinaria, aquí no pasó nada. Impunidad y libertad a los acusados por quemar la Contraloría y el patrimonio cultural de archivos históricos. Con jueces y fiscales que no saben del secuestro a policías, comunicadores y militares, de la centena de ataques físicos a periodistas, de pirómanos de edificios y medios de comunicación.

Un rector basilisco, que funge de sacerdote, en una homilía, después se lanza contra los periodistas al estilo de las bochornosas sabatinas del correato. Un religioso jesuita con agraciado cinismo y con dominio absoluto en la educación superior bajo la doctrina del eterno tiranuelo prófugo. Es que la sociedad requiere argumentos y respuestas .¿Dónde se diseñaron y construyó armas artesanales? ¿Quién graduó y entregó títulos a los ‘diabólicos’ de las tales ‘radios comunitarias’ que ahora filman y transmiten por celulares?

El caso de Chile grafica la interconexión telefónica que enfrentó mundos opuestos: los seguidores del modelo neoliberal elitista contra los que no tienen nada que perder en batallas campales y que pueden durar semanas o meses. En Colombia replica con eco la protesta desde la telefonía móvil matriz. En Bolivia, además, desde la estructura compleja de la producción de hoja de coca y la captación de rutas del narcotráfico, como Venezuela, que consolida ese fascismo apocalíptico; y México, con rostro palpable que asila referentes delictivos.

De ahí lo icónico ¿la precarización de la gente que incluye la universidad diseñada para la filosofía del reclamo? ¿Acaso un renacimiento de la historia y del pensamiento conducido por celulares? ¿Así, será posible salvar al planeta, la civilización, el respeto al conocimiento y la democracia? ¿La universidad al fin es santo o demonio?

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No hay razones exactas ni profundas que justifiquen o expliquen la actuación de las universidades en el pasado paro de octubre. Para unos ‘ayuda humanitaria’ y para otros, apoyo tapiñado al vandalismo organizado desde el correísmo. Para la justicia ordinaria, aquí no pasó nada. Impunidad y libertad a los acusados por quemar la Contraloría y el patrimonio cultural de archivos históricos. Con jueces y fiscales que no saben del secuestro a policías, comunicadores y militares, de la centena de ataques físicos a periodistas, de pirómanos de edificios y medios de comunicación.

Un rector basilisco, que funge de sacerdote, en una homilía, después se lanza contra los periodistas al estilo de las bochornosas sabatinas del correato. Un religioso jesuita con agraciado cinismo y con dominio absoluto en la educación superior bajo la doctrina del eterno tiranuelo prófugo. Es que la sociedad requiere argumentos y respuestas .¿Dónde se diseñaron y construyó armas artesanales? ¿Quién graduó y entregó títulos a los ‘diabólicos’ de las tales ‘radios comunitarias’ que ahora filman y transmiten por celulares?

El caso de Chile grafica la interconexión telefónica que enfrentó mundos opuestos: los seguidores del modelo neoliberal elitista contra los que no tienen nada que perder en batallas campales y que pueden durar semanas o meses. En Colombia replica con eco la protesta desde la telefonía móvil matriz. En Bolivia, además, desde la estructura compleja de la producción de hoja de coca y la captación de rutas del narcotráfico, como Venezuela, que consolida ese fascismo apocalíptico; y México, con rostro palpable que asila referentes delictivos.

De ahí lo icónico ¿la precarización de la gente que incluye la universidad diseñada para la filosofía del reclamo? ¿Acaso un renacimiento de la historia y del pensamiento conducido por celulares? ¿Así, será posible salvar al planeta, la civilización, el respeto al conocimiento y la democracia? ¿La universidad al fin es santo o demonio?

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No hay razones exactas ni profundas que justifiquen o expliquen la actuación de las universidades en el pasado paro de octubre. Para unos ‘ayuda humanitaria’ y para otros, apoyo tapiñado al vandalismo organizado desde el correísmo. Para la justicia ordinaria, aquí no pasó nada. Impunidad y libertad a los acusados por quemar la Contraloría y el patrimonio cultural de archivos históricos. Con jueces y fiscales que no saben del secuestro a policías, comunicadores y militares, de la centena de ataques físicos a periodistas, de pirómanos de edificios y medios de comunicación.

Un rector basilisco, que funge de sacerdote, en una homilía, después se lanza contra los periodistas al estilo de las bochornosas sabatinas del correato. Un religioso jesuita con agraciado cinismo y con dominio absoluto en la educación superior bajo la doctrina del eterno tiranuelo prófugo. Es que la sociedad requiere argumentos y respuestas .¿Dónde se diseñaron y construyó armas artesanales? ¿Quién graduó y entregó títulos a los ‘diabólicos’ de las tales ‘radios comunitarias’ que ahora filman y transmiten por celulares?

El caso de Chile grafica la interconexión telefónica que enfrentó mundos opuestos: los seguidores del modelo neoliberal elitista contra los que no tienen nada que perder en batallas campales y que pueden durar semanas o meses. En Colombia replica con eco la protesta desde la telefonía móvil matriz. En Bolivia, además, desde la estructura compleja de la producción de hoja de coca y la captación de rutas del narcotráfico, como Venezuela, que consolida ese fascismo apocalíptico; y México, con rostro palpable que asila referentes delictivos.

De ahí lo icónico ¿la precarización de la gente que incluye la universidad diseñada para la filosofía del reclamo? ¿Acaso un renacimiento de la historia y del pensamiento conducido por celulares? ¿Así, será posible salvar al planeta, la civilización, el respeto al conocimiento y la democracia? ¿La universidad al fin es santo o demonio?

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