‘Tambores, pitos y cohetes’

Adolfo Coronel Illescas

El 18 de noviembre constituye para Loja la fecha más grande de su vida cívica y política. Lo notable de esta proclama por la libertad, ocurrida el 18 de noviembre de 1820 es que, mientras en otras ciudades que se independizaron en este mismo mes con luchas y combates, en Loja fue con ‘tambores, pitos y cohetes’, sin gatillazos, solo con la euforia y la tronazón del alma y el corazón de un pueblo que salió a las calles respondiendo al fervor patriótico de los próceres, encabezados por Ramón Pinto, con el lema ¡Viva la Independencia! ¡Viva la Libertad!

De lo dicho y actuado persiste una inquietud que puede haber incidido en el destino de los lojanos. Somos amantes de la paz, la tranquilidad, la serenidad y acaso la indiferencia, características que de cierto modo nos hacen aparecer como morosos para reclamar lo que nos corresponde y nos conformamos con los olvidos estatales. Ya lo dijo en su oportunidad el intelectual lojano, Alejandro Carrión Aguirre: “Nosotros hemos nacido en una tierra hermosa, rica y singular, a la que el destino ha condenado a una dura existencia, cuyo signo principal ha sido el olvido, el abandono y la distancia, el Ecuador dejó a Loja vivir sola consigo misma y, al no extenderle su mano grande le dijo que solamente su esfuerzo debía valerle”.

Palabras mayores para suponer que el destino de Loja está anclado a lo que hagamos o dejemos de hacer, porque a pesar de ser un pueblo “indomeñable, de hombres altivos y abiertos al llamado del espíritu” seguimos siendo confiados, acostumbrados a vivir con el desaire de los gobiernos, esperando las obras que se vienen postergando o los recursos para producir su desarrollo. ¿Será por eso que desde el 18 de noviembre de 1820 no se ha vuelto a dar en las calles un reencuentro de lojanidad con ‘tambores, pitos y cohetes’?

Que el recuerdo de esta cívica fecha nos convoque a un despertar colectivo en demanda de la responsabilidad omitida y la equidad denegada, antes que la omisión se coma las palabras y nos vuelva mudos. Toca apostar porque el 2020 año del Bicentenario de la Independencia de Loja, sea a favor de mejorar nuestro destino con progreso y desarrollo, para ratificar juntos con gozo el triunfo político de 1820 con ‘tambores, pitos y cohetes’. (O)

Adolfo Coronel Illescas

El 18 de noviembre constituye para Loja la fecha más grande de su vida cívica y política. Lo notable de esta proclama por la libertad, ocurrida el 18 de noviembre de 1820 es que, mientras en otras ciudades que se independizaron en este mismo mes con luchas y combates, en Loja fue con ‘tambores, pitos y cohetes’, sin gatillazos, solo con la euforia y la tronazón del alma y el corazón de un pueblo que salió a las calles respondiendo al fervor patriótico de los próceres, encabezados por Ramón Pinto, con el lema ¡Viva la Independencia! ¡Viva la Libertad!

De lo dicho y actuado persiste una inquietud que puede haber incidido en el destino de los lojanos. Somos amantes de la paz, la tranquilidad, la serenidad y acaso la indiferencia, características que de cierto modo nos hacen aparecer como morosos para reclamar lo que nos corresponde y nos conformamos con los olvidos estatales. Ya lo dijo en su oportunidad el intelectual lojano, Alejandro Carrión Aguirre: “Nosotros hemos nacido en una tierra hermosa, rica y singular, a la que el destino ha condenado a una dura existencia, cuyo signo principal ha sido el olvido, el abandono y la distancia, el Ecuador dejó a Loja vivir sola consigo misma y, al no extenderle su mano grande le dijo que solamente su esfuerzo debía valerle”.

Palabras mayores para suponer que el destino de Loja está anclado a lo que hagamos o dejemos de hacer, porque a pesar de ser un pueblo “indomeñable, de hombres altivos y abiertos al llamado del espíritu” seguimos siendo confiados, acostumbrados a vivir con el desaire de los gobiernos, esperando las obras que se vienen postergando o los recursos para producir su desarrollo. ¿Será por eso que desde el 18 de noviembre de 1820 no se ha vuelto a dar en las calles un reencuentro de lojanidad con ‘tambores, pitos y cohetes’?

Que el recuerdo de esta cívica fecha nos convoque a un despertar colectivo en demanda de la responsabilidad omitida y la equidad denegada, antes que la omisión se coma las palabras y nos vuelva mudos. Toca apostar porque el 2020 año del Bicentenario de la Independencia de Loja, sea a favor de mejorar nuestro destino con progreso y desarrollo, para ratificar juntos con gozo el triunfo político de 1820 con ‘tambores, pitos y cohetes’. (O)

Adolfo Coronel Illescas

El 18 de noviembre constituye para Loja la fecha más grande de su vida cívica y política. Lo notable de esta proclama por la libertad, ocurrida el 18 de noviembre de 1820 es que, mientras en otras ciudades que se independizaron en este mismo mes con luchas y combates, en Loja fue con ‘tambores, pitos y cohetes’, sin gatillazos, solo con la euforia y la tronazón del alma y el corazón de un pueblo que salió a las calles respondiendo al fervor patriótico de los próceres, encabezados por Ramón Pinto, con el lema ¡Viva la Independencia! ¡Viva la Libertad!

De lo dicho y actuado persiste una inquietud que puede haber incidido en el destino de los lojanos. Somos amantes de la paz, la tranquilidad, la serenidad y acaso la indiferencia, características que de cierto modo nos hacen aparecer como morosos para reclamar lo que nos corresponde y nos conformamos con los olvidos estatales. Ya lo dijo en su oportunidad el intelectual lojano, Alejandro Carrión Aguirre: “Nosotros hemos nacido en una tierra hermosa, rica y singular, a la que el destino ha condenado a una dura existencia, cuyo signo principal ha sido el olvido, el abandono y la distancia, el Ecuador dejó a Loja vivir sola consigo misma y, al no extenderle su mano grande le dijo que solamente su esfuerzo debía valerle”.

Palabras mayores para suponer que el destino de Loja está anclado a lo que hagamos o dejemos de hacer, porque a pesar de ser un pueblo “indomeñable, de hombres altivos y abiertos al llamado del espíritu” seguimos siendo confiados, acostumbrados a vivir con el desaire de los gobiernos, esperando las obras que se vienen postergando o los recursos para producir su desarrollo. ¿Será por eso que desde el 18 de noviembre de 1820 no se ha vuelto a dar en las calles un reencuentro de lojanidad con ‘tambores, pitos y cohetes’?

Que el recuerdo de esta cívica fecha nos convoque a un despertar colectivo en demanda de la responsabilidad omitida y la equidad denegada, antes que la omisión se coma las palabras y nos vuelva mudos. Toca apostar porque el 2020 año del Bicentenario de la Independencia de Loja, sea a favor de mejorar nuestro destino con progreso y desarrollo, para ratificar juntos con gozo el triunfo político de 1820 con ‘tambores, pitos y cohetes’. (O)

Adolfo Coronel Illescas

El 18 de noviembre constituye para Loja la fecha más grande de su vida cívica y política. Lo notable de esta proclama por la libertad, ocurrida el 18 de noviembre de 1820 es que, mientras en otras ciudades que se independizaron en este mismo mes con luchas y combates, en Loja fue con ‘tambores, pitos y cohetes’, sin gatillazos, solo con la euforia y la tronazón del alma y el corazón de un pueblo que salió a las calles respondiendo al fervor patriótico de los próceres, encabezados por Ramón Pinto, con el lema ¡Viva la Independencia! ¡Viva la Libertad!

De lo dicho y actuado persiste una inquietud que puede haber incidido en el destino de los lojanos. Somos amantes de la paz, la tranquilidad, la serenidad y acaso la indiferencia, características que de cierto modo nos hacen aparecer como morosos para reclamar lo que nos corresponde y nos conformamos con los olvidos estatales. Ya lo dijo en su oportunidad el intelectual lojano, Alejandro Carrión Aguirre: “Nosotros hemos nacido en una tierra hermosa, rica y singular, a la que el destino ha condenado a una dura existencia, cuyo signo principal ha sido el olvido, el abandono y la distancia, el Ecuador dejó a Loja vivir sola consigo misma y, al no extenderle su mano grande le dijo que solamente su esfuerzo debía valerle”.

Palabras mayores para suponer que el destino de Loja está anclado a lo que hagamos o dejemos de hacer, porque a pesar de ser un pueblo “indomeñable, de hombres altivos y abiertos al llamado del espíritu” seguimos siendo confiados, acostumbrados a vivir con el desaire de los gobiernos, esperando las obras que se vienen postergando o los recursos para producir su desarrollo. ¿Será por eso que desde el 18 de noviembre de 1820 no se ha vuelto a dar en las calles un reencuentro de lojanidad con ‘tambores, pitos y cohetes’?

Que el recuerdo de esta cívica fecha nos convoque a un despertar colectivo en demanda de la responsabilidad omitida y la equidad denegada, antes que la omisión se coma las palabras y nos vuelva mudos. Toca apostar porque el 2020 año del Bicentenario de la Independencia de Loja, sea a favor de mejorar nuestro destino con progreso y desarrollo, para ratificar juntos con gozo el triunfo político de 1820 con ‘tambores, pitos y cohetes’. (O)