¿A dónde nos lleva el orgullo?

Patricio Valdivieso Espinosa

¿Cuántas veces nos ganó el orgullo? La respuesta al parecer, suena lógica, casi siempre. Qué es el orgullo: la vanidad de un sentimiento, la desazón de la razón, el quebranto del perdón, el sentirse superior. Preguntémonos: qué hemos dejado en el camino por no saber perdonar; qué hemos sacrificado en nuestra vida, por creernos inmejorables, infalibles o perfectos. En un balance general: qué ganamos y cuánto perdimos; nos hemos llenado de abundante degradación, desolación y miedo; y, tan sólo, nos hemos despojado de la paz, obstaculizando los sueños y desvaneciendo la esperanza por construir un mundo mejor.

Parecería sencillo recuperar lo perdido, pero enfrentamos la oscura realidad: el tiempo mide nuestros días, acorrala los minutos y nos presta el espacio por contados segundos, evaporando en el transcurso de nuestra existencia la posibilidad de edificar una sociedad más justa, noble y digna. Cuando nos dejamos ganar del orgullo, el camino es cuesta arriba, las barreras se multiplican por borbotones; la salida al final del túnel cada vez se distancia más, quedando atrapados en el desencanto y la desazón.

Hasta hoy no he podido encontrar en la historia un Ser Humano que haya triunfado por anteponer a sus vivencias, su orgullo mal sano; jamás se ha escrito, que el orgullo haya sacado adelante a un pueblo, a una familia o a una sociedad, porque siempre han quedado atrapados en la mediocridad. Menos aún he podido divisar, empaparse de dicha y felicidad a quienes se les ha arrebatado la gloria por llenarse de orgullo y jactarse de vanidad.

Pensándolo bien, qué sacamos dejándonos ganar del orgullo, si la vida es tan efímera, el encanto es circunstancial y los triunfos son temporales, pues absolutamente todo, tiene fecha de caducidad. Por ello, es importante y cabe recordar siempre: nunca será bueno presumir frente a los demás, sólo lograremos resentimientos y envidia, porque la soberbia, el orgullo y la vanidad, siempre han sido, son y serán malos consejeros. (O)

[email protected]

Patricio Valdivieso Espinosa

¿Cuántas veces nos ganó el orgullo? La respuesta al parecer, suena lógica, casi siempre. Qué es el orgullo: la vanidad de un sentimiento, la desazón de la razón, el quebranto del perdón, el sentirse superior. Preguntémonos: qué hemos dejado en el camino por no saber perdonar; qué hemos sacrificado en nuestra vida, por creernos inmejorables, infalibles o perfectos. En un balance general: qué ganamos y cuánto perdimos; nos hemos llenado de abundante degradación, desolación y miedo; y, tan sólo, nos hemos despojado de la paz, obstaculizando los sueños y desvaneciendo la esperanza por construir un mundo mejor.

Parecería sencillo recuperar lo perdido, pero enfrentamos la oscura realidad: el tiempo mide nuestros días, acorrala los minutos y nos presta el espacio por contados segundos, evaporando en el transcurso de nuestra existencia la posibilidad de edificar una sociedad más justa, noble y digna. Cuando nos dejamos ganar del orgullo, el camino es cuesta arriba, las barreras se multiplican por borbotones; la salida al final del túnel cada vez se distancia más, quedando atrapados en el desencanto y la desazón.

Hasta hoy no he podido encontrar en la historia un Ser Humano que haya triunfado por anteponer a sus vivencias, su orgullo mal sano; jamás se ha escrito, que el orgullo haya sacado adelante a un pueblo, a una familia o a una sociedad, porque siempre han quedado atrapados en la mediocridad. Menos aún he podido divisar, empaparse de dicha y felicidad a quienes se les ha arrebatado la gloria por llenarse de orgullo y jactarse de vanidad.

Pensándolo bien, qué sacamos dejándonos ganar del orgullo, si la vida es tan efímera, el encanto es circunstancial y los triunfos son temporales, pues absolutamente todo, tiene fecha de caducidad. Por ello, es importante y cabe recordar siempre: nunca será bueno presumir frente a los demás, sólo lograremos resentimientos y envidia, porque la soberbia, el orgullo y la vanidad, siempre han sido, son y serán malos consejeros. (O)

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Patricio Valdivieso Espinosa

¿Cuántas veces nos ganó el orgullo? La respuesta al parecer, suena lógica, casi siempre. Qué es el orgullo: la vanidad de un sentimiento, la desazón de la razón, el quebranto del perdón, el sentirse superior. Preguntémonos: qué hemos dejado en el camino por no saber perdonar; qué hemos sacrificado en nuestra vida, por creernos inmejorables, infalibles o perfectos. En un balance general: qué ganamos y cuánto perdimos; nos hemos llenado de abundante degradación, desolación y miedo; y, tan sólo, nos hemos despojado de la paz, obstaculizando los sueños y desvaneciendo la esperanza por construir un mundo mejor.

Parecería sencillo recuperar lo perdido, pero enfrentamos la oscura realidad: el tiempo mide nuestros días, acorrala los minutos y nos presta el espacio por contados segundos, evaporando en el transcurso de nuestra existencia la posibilidad de edificar una sociedad más justa, noble y digna. Cuando nos dejamos ganar del orgullo, el camino es cuesta arriba, las barreras se multiplican por borbotones; la salida al final del túnel cada vez se distancia más, quedando atrapados en el desencanto y la desazón.

Hasta hoy no he podido encontrar en la historia un Ser Humano que haya triunfado por anteponer a sus vivencias, su orgullo mal sano; jamás se ha escrito, que el orgullo haya sacado adelante a un pueblo, a una familia o a una sociedad, porque siempre han quedado atrapados en la mediocridad. Menos aún he podido divisar, empaparse de dicha y felicidad a quienes se les ha arrebatado la gloria por llenarse de orgullo y jactarse de vanidad.

Pensándolo bien, qué sacamos dejándonos ganar del orgullo, si la vida es tan efímera, el encanto es circunstancial y los triunfos son temporales, pues absolutamente todo, tiene fecha de caducidad. Por ello, es importante y cabe recordar siempre: nunca será bueno presumir frente a los demás, sólo lograremos resentimientos y envidia, porque la soberbia, el orgullo y la vanidad, siempre han sido, son y serán malos consejeros. (O)

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Patricio Valdivieso Espinosa

¿Cuántas veces nos ganó el orgullo? La respuesta al parecer, suena lógica, casi siempre. Qué es el orgullo: la vanidad de un sentimiento, la desazón de la razón, el quebranto del perdón, el sentirse superior. Preguntémonos: qué hemos dejado en el camino por no saber perdonar; qué hemos sacrificado en nuestra vida, por creernos inmejorables, infalibles o perfectos. En un balance general: qué ganamos y cuánto perdimos; nos hemos llenado de abundante degradación, desolación y miedo; y, tan sólo, nos hemos despojado de la paz, obstaculizando los sueños y desvaneciendo la esperanza por construir un mundo mejor.

Parecería sencillo recuperar lo perdido, pero enfrentamos la oscura realidad: el tiempo mide nuestros días, acorrala los minutos y nos presta el espacio por contados segundos, evaporando en el transcurso de nuestra existencia la posibilidad de edificar una sociedad más justa, noble y digna. Cuando nos dejamos ganar del orgullo, el camino es cuesta arriba, las barreras se multiplican por borbotones; la salida al final del túnel cada vez se distancia más, quedando atrapados en el desencanto y la desazón.

Hasta hoy no he podido encontrar en la historia un Ser Humano que haya triunfado por anteponer a sus vivencias, su orgullo mal sano; jamás se ha escrito, que el orgullo haya sacado adelante a un pueblo, a una familia o a una sociedad, porque siempre han quedado atrapados en la mediocridad. Menos aún he podido divisar, empaparse de dicha y felicidad a quienes se les ha arrebatado la gloria por llenarse de orgullo y jactarse de vanidad.

Pensándolo bien, qué sacamos dejándonos ganar del orgullo, si la vida es tan efímera, el encanto es circunstancial y los triunfos son temporales, pues absolutamente todo, tiene fecha de caducidad. Por ello, es importante y cabe recordar siempre: nunca será bueno presumir frente a los demás, sólo lograremos resentimientos y envidia, porque la soberbia, el orgullo y la vanidad, siempre han sido, son y serán malos consejeros. (O)

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