Arrieros: las vidas detrás del contrabando

AUTOR. Jaramillo tiene experiencia en fotoperiodismo y trabaja actualmente en fotografía documental.
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VESTIGIOS. Una de las fábricas de alambique de más de cien años, todavía se conserva.
VESTIGIOS. Una de las fábricas de alambique de más de cien años, todavía se conserva.
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VESTIGIOS. Una de las fábricas de alambique de más de cien años, todavía se conserva.
VESTIGIOS. Una de las fábricas de alambique de más de cien años, todavía se conserva.
VESTIGIOS. Una de las fábricas de alambique de más de cien años, todavía se conserva.
VESTIGIOS. Una de las fábricas de alambique de más de cien años, todavía se conserva.
HISTORIAS. Antes fueron jornaleros. La arriería triplicó y hasta quintuplicó el precio por su trabajo. Algunos empezaron desde niños.
HISTORIAS. Antes fueron jornaleros. La arriería triplicó y hasta quintuplicó el precio por su trabajo. Algunos empezaron desde niños.
HISTORIAS. Antes fueron jornaleros. La arriería triplicó y hasta quintuplicó el precio por su trabajo. Algunos empezaron desde niños.
HISTORIAS. Antes fueron jornaleros. La arriería triplicó y hasta quintuplicó el precio por su trabajo. Algunos empezaron desde niños.
HISTORIAS. Antes fueron jornaleros. La arriería triplicó y hasta quintuplicó el precio por su trabajo. Algunos empezaron desde niños.
HISTORIAS. Antes fueron jornaleros. La arriería triplicó y hasta quintuplicó el precio por su trabajo. Algunos empezaron desde niños.
HISTORIAS. Antes fueron jornaleros. La arriería triplicó y hasta quintuplicó el precio por su trabajo. Algunos empezaron desde niños.
HISTORIAS. Antes fueron jornaleros. La arriería triplicó y hasta quintuplicó el precio por su trabajo. Algunos empezaron desde niños.
LOCACIÓN. En Minas todavía existen las edificaciones desde donde los guardas alertaban la presencia de los arrieros.
LOCACIÓN. En Minas todavía existen las edificaciones desde donde los guardas alertaban la presencia de los arrieros.
LOCACIÓN. En Minas todavía existen las edificaciones desde donde los guardas alertaban la presencia de los arrieros.
LOCACIÓN. En Minas todavía existen las edificaciones desde donde los guardas alertaban la presencia de los arrieros.
LOCACIÓN. En Minas todavía existen las edificaciones desde donde los guardas alertaban la presencia de los arrieros.
LOCACIÓN. En Minas todavía existen las edificaciones desde donde los guardas alertaban la presencia de los arrieros.
LOCACIÓN. En Minas todavía existen las edificaciones desde donde los guardas alertaban la presencia de los arrieros.
LOCACIÓN. En Minas todavía existen las edificaciones desde donde los guardas alertaban la presencia de los arrieros.

Desde los cálidos sembríos de caña en San José de Minas, al norte de Quito, por los mismos senderos que abrieron los yumbos caminaron hasta hace cuatro décadas varias generaciones de hombres de campo, con rumbo al páramo. Cargados con 50 litros de alcohol a cada costado, los caballos seguían el paso de sus amos a través de quebradas, ríos y pajonales en recorridos sin pausa, por hasta cinco días.

Los intentos del Gobierno por monopolizar la producción de aguardiente, cuyos precedentes datan de la época colonial, se vieron reflejados en el ‘estanco’ o impuesto que pesaba sobre este producto a inicios del siglo XX. La alta demanda en las ciudades de la sierra impulsó el crecimiento del contrabando y dio origen a los arrieros.

Los testimonios de los últimos herederos de esta tradición fueron recuperados por el fotógrafo Martín Jaramillo Serrano en el libro y la exposición artística ‘Arrieros: historias de caña y contrabando’, que se exhibe actualmente en el Centro Cultural Metropolitano.

El primer acercamiento de Jaramillo al tema se dio gracias al periodista Juan Fernando Saavedra, oriundo de Minas, con quien trabajó en una crónica sobre los años de la arriería. Desde 2016, el fotógrafo retomó la investigación, esta vez enfocado en rescatar la evidencia viva de este oficio ilegal, que dejó leyendas, alegrías y amarguras entre quienes lo vivieron.

“No se trata solo de los arrieros, sino de la vida del hombre y la mujer del campo. Mucho de eso se está perdiendo y yo los considero saberes ancestrales. Es una historia muy dura, de vidas muy sacrificadas”, comenta. La muestra, como el libro, está dividida en tres secciones: la primera es una ambientación a través de los paisajes, en donde se encuentran restos de lo que fueron los trapiches artesanales y los caminos ocultos que los arrieros usaban para evadir a los guardas de estanco.

En el proyecto
La segunda parte, la más impactante desde lo visual, es una compilación de 29 retratos acompañados por los testimonios de los protagonistas de esta historia: “No tomamos las fotos en los caminos porque yo no quería simular, sino recuperar lo que queda. Los retraté en sus casas, sin ánimo de folclorizar su situación. Me interesan ellos, sus caras, su mirada, su edad. A algunos se les nota el campo en el rostro”, dice Jaramillo.

Por último, herramientas y prendas que se usaron en arriería son exhibidas como objetos museales que guardan la memoria de hombres, mujeres y niños que vivieron años de explotación y persecución hasta finales de los 80, cuando se levantó la Ley de Estancos. La muestra estará abierta hasta el 15 de diciembre, con entrada libre. (AA)

FRASE

Descubrí una historia de gente sacrificada, de un trabajo duro del campo, en una época en que todo era artesanal. Son conocedores de una manera de vivir y de ver la vida que se está perdiendo”. Martín Jaramillo, fotógrafo.

Desde los cálidos sembríos de caña en San José de Minas, al norte de Quito, por los mismos senderos que abrieron los yumbos caminaron hasta hace cuatro décadas varias generaciones de hombres de campo, con rumbo al páramo. Cargados con 50 litros de alcohol a cada costado, los caballos seguían el paso de sus amos a través de quebradas, ríos y pajonales en recorridos sin pausa, por hasta cinco días.

Los intentos del Gobierno por monopolizar la producción de aguardiente, cuyos precedentes datan de la época colonial, se vieron reflejados en el ‘estanco’ o impuesto que pesaba sobre este producto a inicios del siglo XX. La alta demanda en las ciudades de la sierra impulsó el crecimiento del contrabando y dio origen a los arrieros.

Los testimonios de los últimos herederos de esta tradición fueron recuperados por el fotógrafo Martín Jaramillo Serrano en el libro y la exposición artística ‘Arrieros: historias de caña y contrabando’, que se exhibe actualmente en el Centro Cultural Metropolitano.

El primer acercamiento de Jaramillo al tema se dio gracias al periodista Juan Fernando Saavedra, oriundo de Minas, con quien trabajó en una crónica sobre los años de la arriería. Desde 2016, el fotógrafo retomó la investigación, esta vez enfocado en rescatar la evidencia viva de este oficio ilegal, que dejó leyendas, alegrías y amarguras entre quienes lo vivieron.

“No se trata solo de los arrieros, sino de la vida del hombre y la mujer del campo. Mucho de eso se está perdiendo y yo los considero saberes ancestrales. Es una historia muy dura, de vidas muy sacrificadas”, comenta. La muestra, como el libro, está dividida en tres secciones: la primera es una ambientación a través de los paisajes, en donde se encuentran restos de lo que fueron los trapiches artesanales y los caminos ocultos que los arrieros usaban para evadir a los guardas de estanco.

En el proyecto
La segunda parte, la más impactante desde lo visual, es una compilación de 29 retratos acompañados por los testimonios de los protagonistas de esta historia: “No tomamos las fotos en los caminos porque yo no quería simular, sino recuperar lo que queda. Los retraté en sus casas, sin ánimo de folclorizar su situación. Me interesan ellos, sus caras, su mirada, su edad. A algunos se les nota el campo en el rostro”, dice Jaramillo.

Por último, herramientas y prendas que se usaron en arriería son exhibidas como objetos museales que guardan la memoria de hombres, mujeres y niños que vivieron años de explotación y persecución hasta finales de los 80, cuando se levantó la Ley de Estancos. La muestra estará abierta hasta el 15 de diciembre, con entrada libre. (AA)

FRASE

Descubrí una historia de gente sacrificada, de un trabajo duro del campo, en una época en que todo era artesanal. Son conocedores de una manera de vivir y de ver la vida que se está perdiendo”. Martín Jaramillo, fotógrafo.

Desde los cálidos sembríos de caña en San José de Minas, al norte de Quito, por los mismos senderos que abrieron los yumbos caminaron hasta hace cuatro décadas varias generaciones de hombres de campo, con rumbo al páramo. Cargados con 50 litros de alcohol a cada costado, los caballos seguían el paso de sus amos a través de quebradas, ríos y pajonales en recorridos sin pausa, por hasta cinco días.

Los intentos del Gobierno por monopolizar la producción de aguardiente, cuyos precedentes datan de la época colonial, se vieron reflejados en el ‘estanco’ o impuesto que pesaba sobre este producto a inicios del siglo XX. La alta demanda en las ciudades de la sierra impulsó el crecimiento del contrabando y dio origen a los arrieros.

Los testimonios de los últimos herederos de esta tradición fueron recuperados por el fotógrafo Martín Jaramillo Serrano en el libro y la exposición artística ‘Arrieros: historias de caña y contrabando’, que se exhibe actualmente en el Centro Cultural Metropolitano.

El primer acercamiento de Jaramillo al tema se dio gracias al periodista Juan Fernando Saavedra, oriundo de Minas, con quien trabajó en una crónica sobre los años de la arriería. Desde 2016, el fotógrafo retomó la investigación, esta vez enfocado en rescatar la evidencia viva de este oficio ilegal, que dejó leyendas, alegrías y amarguras entre quienes lo vivieron.

“No se trata solo de los arrieros, sino de la vida del hombre y la mujer del campo. Mucho de eso se está perdiendo y yo los considero saberes ancestrales. Es una historia muy dura, de vidas muy sacrificadas”, comenta. La muestra, como el libro, está dividida en tres secciones: la primera es una ambientación a través de los paisajes, en donde se encuentran restos de lo que fueron los trapiches artesanales y los caminos ocultos que los arrieros usaban para evadir a los guardas de estanco.

En el proyecto
La segunda parte, la más impactante desde lo visual, es una compilación de 29 retratos acompañados por los testimonios de los protagonistas de esta historia: “No tomamos las fotos en los caminos porque yo no quería simular, sino recuperar lo que queda. Los retraté en sus casas, sin ánimo de folclorizar su situación. Me interesan ellos, sus caras, su mirada, su edad. A algunos se les nota el campo en el rostro”, dice Jaramillo.

Por último, herramientas y prendas que se usaron en arriería son exhibidas como objetos museales que guardan la memoria de hombres, mujeres y niños que vivieron años de explotación y persecución hasta finales de los 80, cuando se levantó la Ley de Estancos. La muestra estará abierta hasta el 15 de diciembre, con entrada libre. (AA)

FRASE

Descubrí una historia de gente sacrificada, de un trabajo duro del campo, en una época en que todo era artesanal. Son conocedores de una manera de vivir y de ver la vida que se está perdiendo”. Martín Jaramillo, fotógrafo.

Desde los cálidos sembríos de caña en San José de Minas, al norte de Quito, por los mismos senderos que abrieron los yumbos caminaron hasta hace cuatro décadas varias generaciones de hombres de campo, con rumbo al páramo. Cargados con 50 litros de alcohol a cada costado, los caballos seguían el paso de sus amos a través de quebradas, ríos y pajonales en recorridos sin pausa, por hasta cinco días.

Los intentos del Gobierno por monopolizar la producción de aguardiente, cuyos precedentes datan de la época colonial, se vieron reflejados en el ‘estanco’ o impuesto que pesaba sobre este producto a inicios del siglo XX. La alta demanda en las ciudades de la sierra impulsó el crecimiento del contrabando y dio origen a los arrieros.

Los testimonios de los últimos herederos de esta tradición fueron recuperados por el fotógrafo Martín Jaramillo Serrano en el libro y la exposición artística ‘Arrieros: historias de caña y contrabando’, que se exhibe actualmente en el Centro Cultural Metropolitano.

El primer acercamiento de Jaramillo al tema se dio gracias al periodista Juan Fernando Saavedra, oriundo de Minas, con quien trabajó en una crónica sobre los años de la arriería. Desde 2016, el fotógrafo retomó la investigación, esta vez enfocado en rescatar la evidencia viva de este oficio ilegal, que dejó leyendas, alegrías y amarguras entre quienes lo vivieron.

“No se trata solo de los arrieros, sino de la vida del hombre y la mujer del campo. Mucho de eso se está perdiendo y yo los considero saberes ancestrales. Es una historia muy dura, de vidas muy sacrificadas”, comenta. La muestra, como el libro, está dividida en tres secciones: la primera es una ambientación a través de los paisajes, en donde se encuentran restos de lo que fueron los trapiches artesanales y los caminos ocultos que los arrieros usaban para evadir a los guardas de estanco.

En el proyecto
La segunda parte, la más impactante desde lo visual, es una compilación de 29 retratos acompañados por los testimonios de los protagonistas de esta historia: “No tomamos las fotos en los caminos porque yo no quería simular, sino recuperar lo que queda. Los retraté en sus casas, sin ánimo de folclorizar su situación. Me interesan ellos, sus caras, su mirada, su edad. A algunos se les nota el campo en el rostro”, dice Jaramillo.

Por último, herramientas y prendas que se usaron en arriería son exhibidas como objetos museales que guardan la memoria de hombres, mujeres y niños que vivieron años de explotación y persecución hasta finales de los 80, cuando se levantó la Ley de Estancos. La muestra estará abierta hasta el 15 de diciembre, con entrada libre. (AA)

FRASE

Descubrí una historia de gente sacrificada, de un trabajo duro del campo, en una época en que todo era artesanal. Son conocedores de una manera de vivir y de ver la vida que se está perdiendo”. Martín Jaramillo, fotógrafo.