La bici, la vida y el tiempo

Pablo Ruiz Aguirre

Se ha acabado octubre y tengo una sensación rara del año, como que el tiempo tuvo demasiada prisa en irse, como que el semáforo siempre estuvo en verde, como que el reloj solo quería adelantarse y no tenía la esperanza de que el minutero se canse y le pregunte al segundero ¿será que paramos a ver si hay algo más?

Creo que lo malo y bueno del tiempo es que es claroscuro. Me explico, normalmente nos gusta estar en una posición determinada, por ejemplo, soy conservador, soy católico etc., lo que asume inmediatamente lo que no somos, por ejemplo, progresista o ateo, en la línea del principio. Esto nos facilita la vida, porque nos permite saber lo que podemos hacer y lo que no, y por supuesto, no rompernos la cabeza poniéndonos en tela de duda lo que somos y no. Pero vuelvo al tiempo, el tiempo es claroscuro decía, contrario a los ejemplos que mencioné. ¿Por qué? Porque al tiempo lo tienes y no lo tienes al mismo “tiempo”. Lo recibes, y cuando lo estás recibiendo, se está yendo. Aquí, por ejemplo, mientras pienso en este artículo que escribo de los 10 meses hasta octubre-que ya se nos fueron-, se va noviembre mientras escribo y se te va noviembre mientras me lees.

Como el tiempo también creo que se va la vida, y la vida creo que se nos va también con las expectativas. Es más, he llegado a pensar que el tiempo y la vida, son sinónimos, solo que a alguien se le ocurrió separarlos. Al fin y al cabo, si lo piensas, los dos pasan, los dos crean, los dos sanan, los dos construyen, los dos hacen, los dos acaban, los dos empiezan y como decía, los dos viven de expectativas. Me explico, creemos que tendremos un buen tiempo y una buena vida cuando hagamos aquello que “hoy” en esta vida, y en este tiempo deseamos. Esto que acabo de decir, para mi tiene la trampa más grande de la muerte, de la muerte del tiempo, y de la muerte de la vida. ¿Cuál es? Vivimos allá, allá en el futuro, allá en el “haremos”, allá en la posibilidad, allá en el “tendremos” o justo como lo comentaba hoy, “allá en diciembre” allá en el fin del año para auto engañarnos y luego decir ¡viene enero! Nuevas oportunidades, nuevo tiempo, nueva vida. O si me seguiste hasta aquí, una nueva trampa de la muerte y de la vida que inicia.

¿Qué hacer para salir de la trampa? Tal vez esperas una respuesta filosófica, tal vez una científica, tal vez una espiritual-yo también lo esperaba- sin embargo, creo que encontré una pista la semana pasada, sencilla, pero con mucho potencial. Fuimos a pedalear con mi papá y mi hermano algunos kilómetros hace un sábado. Entre los vaivenes que tuvimos hubo un momento muy decidor. Había una cuesta que tenía un par de kilómetros. Nos vimos la cara, nos dijimos ¡y ahora! Pensé hacia dentro y dije ¡está lejos! Veía la carretera entre el Tambo y la Era, y sobre todo su cuesta, veía las curvas y no terminaban, y sin empezar te cansabas esperando acabe sin iniciar y por supuesto pensando adelante y no donde estás. Pero decidí algo, creo que es la pista, no ver hacia delante, no ver cuándo empieza la curva, no ver como seré, no ver como descansaré. Decidí mirarme las piernas y disfrutar cada pedaleada, cada esfuerzo, cada gota de sudor que caía y se impregnaba el cemento. Cuando levanté la cabeza, había llegado. Había llegado, entre la bici, la vida y el tiempo.

Un buen hoy a todos, lo demás ya está sucediendo. (O)

[email protected]

Pablo Ruiz Aguirre

Se ha acabado octubre y tengo una sensación rara del año, como que el tiempo tuvo demasiada prisa en irse, como que el semáforo siempre estuvo en verde, como que el reloj solo quería adelantarse y no tenía la esperanza de que el minutero se canse y le pregunte al segundero ¿será que paramos a ver si hay algo más?

Creo que lo malo y bueno del tiempo es que es claroscuro. Me explico, normalmente nos gusta estar en una posición determinada, por ejemplo, soy conservador, soy católico etc., lo que asume inmediatamente lo que no somos, por ejemplo, progresista o ateo, en la línea del principio. Esto nos facilita la vida, porque nos permite saber lo que podemos hacer y lo que no, y por supuesto, no rompernos la cabeza poniéndonos en tela de duda lo que somos y no. Pero vuelvo al tiempo, el tiempo es claroscuro decía, contrario a los ejemplos que mencioné. ¿Por qué? Porque al tiempo lo tienes y no lo tienes al mismo “tiempo”. Lo recibes, y cuando lo estás recibiendo, se está yendo. Aquí, por ejemplo, mientras pienso en este artículo que escribo de los 10 meses hasta octubre-que ya se nos fueron-, se va noviembre mientras escribo y se te va noviembre mientras me lees.

Como el tiempo también creo que se va la vida, y la vida creo que se nos va también con las expectativas. Es más, he llegado a pensar que el tiempo y la vida, son sinónimos, solo que a alguien se le ocurrió separarlos. Al fin y al cabo, si lo piensas, los dos pasan, los dos crean, los dos sanan, los dos construyen, los dos hacen, los dos acaban, los dos empiezan y como decía, los dos viven de expectativas. Me explico, creemos que tendremos un buen tiempo y una buena vida cuando hagamos aquello que “hoy” en esta vida, y en este tiempo deseamos. Esto que acabo de decir, para mi tiene la trampa más grande de la muerte, de la muerte del tiempo, y de la muerte de la vida. ¿Cuál es? Vivimos allá, allá en el futuro, allá en el “haremos”, allá en la posibilidad, allá en el “tendremos” o justo como lo comentaba hoy, “allá en diciembre” allá en el fin del año para auto engañarnos y luego decir ¡viene enero! Nuevas oportunidades, nuevo tiempo, nueva vida. O si me seguiste hasta aquí, una nueva trampa de la muerte y de la vida que inicia.

¿Qué hacer para salir de la trampa? Tal vez esperas una respuesta filosófica, tal vez una científica, tal vez una espiritual-yo también lo esperaba- sin embargo, creo que encontré una pista la semana pasada, sencilla, pero con mucho potencial. Fuimos a pedalear con mi papá y mi hermano algunos kilómetros hace un sábado. Entre los vaivenes que tuvimos hubo un momento muy decidor. Había una cuesta que tenía un par de kilómetros. Nos vimos la cara, nos dijimos ¡y ahora! Pensé hacia dentro y dije ¡está lejos! Veía la carretera entre el Tambo y la Era, y sobre todo su cuesta, veía las curvas y no terminaban, y sin empezar te cansabas esperando acabe sin iniciar y por supuesto pensando adelante y no donde estás. Pero decidí algo, creo que es la pista, no ver hacia delante, no ver cuándo empieza la curva, no ver como seré, no ver como descansaré. Decidí mirarme las piernas y disfrutar cada pedaleada, cada esfuerzo, cada gota de sudor que caía y se impregnaba el cemento. Cuando levanté la cabeza, había llegado. Había llegado, entre la bici, la vida y el tiempo.

Un buen hoy a todos, lo demás ya está sucediendo. (O)

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Pablo Ruiz Aguirre

Se ha acabado octubre y tengo una sensación rara del año, como que el tiempo tuvo demasiada prisa en irse, como que el semáforo siempre estuvo en verde, como que el reloj solo quería adelantarse y no tenía la esperanza de que el minutero se canse y le pregunte al segundero ¿será que paramos a ver si hay algo más?

Creo que lo malo y bueno del tiempo es que es claroscuro. Me explico, normalmente nos gusta estar en una posición determinada, por ejemplo, soy conservador, soy católico etc., lo que asume inmediatamente lo que no somos, por ejemplo, progresista o ateo, en la línea del principio. Esto nos facilita la vida, porque nos permite saber lo que podemos hacer y lo que no, y por supuesto, no rompernos la cabeza poniéndonos en tela de duda lo que somos y no. Pero vuelvo al tiempo, el tiempo es claroscuro decía, contrario a los ejemplos que mencioné. ¿Por qué? Porque al tiempo lo tienes y no lo tienes al mismo “tiempo”. Lo recibes, y cuando lo estás recibiendo, se está yendo. Aquí, por ejemplo, mientras pienso en este artículo que escribo de los 10 meses hasta octubre-que ya se nos fueron-, se va noviembre mientras escribo y se te va noviembre mientras me lees.

Como el tiempo también creo que se va la vida, y la vida creo que se nos va también con las expectativas. Es más, he llegado a pensar que el tiempo y la vida, son sinónimos, solo que a alguien se le ocurrió separarlos. Al fin y al cabo, si lo piensas, los dos pasan, los dos crean, los dos sanan, los dos construyen, los dos hacen, los dos acaban, los dos empiezan y como decía, los dos viven de expectativas. Me explico, creemos que tendremos un buen tiempo y una buena vida cuando hagamos aquello que “hoy” en esta vida, y en este tiempo deseamos. Esto que acabo de decir, para mi tiene la trampa más grande de la muerte, de la muerte del tiempo, y de la muerte de la vida. ¿Cuál es? Vivimos allá, allá en el futuro, allá en el “haremos”, allá en la posibilidad, allá en el “tendremos” o justo como lo comentaba hoy, “allá en diciembre” allá en el fin del año para auto engañarnos y luego decir ¡viene enero! Nuevas oportunidades, nuevo tiempo, nueva vida. O si me seguiste hasta aquí, una nueva trampa de la muerte y de la vida que inicia.

¿Qué hacer para salir de la trampa? Tal vez esperas una respuesta filosófica, tal vez una científica, tal vez una espiritual-yo también lo esperaba- sin embargo, creo que encontré una pista la semana pasada, sencilla, pero con mucho potencial. Fuimos a pedalear con mi papá y mi hermano algunos kilómetros hace un sábado. Entre los vaivenes que tuvimos hubo un momento muy decidor. Había una cuesta que tenía un par de kilómetros. Nos vimos la cara, nos dijimos ¡y ahora! Pensé hacia dentro y dije ¡está lejos! Veía la carretera entre el Tambo y la Era, y sobre todo su cuesta, veía las curvas y no terminaban, y sin empezar te cansabas esperando acabe sin iniciar y por supuesto pensando adelante y no donde estás. Pero decidí algo, creo que es la pista, no ver hacia delante, no ver cuándo empieza la curva, no ver como seré, no ver como descansaré. Decidí mirarme las piernas y disfrutar cada pedaleada, cada esfuerzo, cada gota de sudor que caía y se impregnaba el cemento. Cuando levanté la cabeza, había llegado. Había llegado, entre la bici, la vida y el tiempo.

Un buen hoy a todos, lo demás ya está sucediendo. (O)

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Pablo Ruiz Aguirre

Se ha acabado octubre y tengo una sensación rara del año, como que el tiempo tuvo demasiada prisa en irse, como que el semáforo siempre estuvo en verde, como que el reloj solo quería adelantarse y no tenía la esperanza de que el minutero se canse y le pregunte al segundero ¿será que paramos a ver si hay algo más?

Creo que lo malo y bueno del tiempo es que es claroscuro. Me explico, normalmente nos gusta estar en una posición determinada, por ejemplo, soy conservador, soy católico etc., lo que asume inmediatamente lo que no somos, por ejemplo, progresista o ateo, en la línea del principio. Esto nos facilita la vida, porque nos permite saber lo que podemos hacer y lo que no, y por supuesto, no rompernos la cabeza poniéndonos en tela de duda lo que somos y no. Pero vuelvo al tiempo, el tiempo es claroscuro decía, contrario a los ejemplos que mencioné. ¿Por qué? Porque al tiempo lo tienes y no lo tienes al mismo “tiempo”. Lo recibes, y cuando lo estás recibiendo, se está yendo. Aquí, por ejemplo, mientras pienso en este artículo que escribo de los 10 meses hasta octubre-que ya se nos fueron-, se va noviembre mientras escribo y se te va noviembre mientras me lees.

Como el tiempo también creo que se va la vida, y la vida creo que se nos va también con las expectativas. Es más, he llegado a pensar que el tiempo y la vida, son sinónimos, solo que a alguien se le ocurrió separarlos. Al fin y al cabo, si lo piensas, los dos pasan, los dos crean, los dos sanan, los dos construyen, los dos hacen, los dos acaban, los dos empiezan y como decía, los dos viven de expectativas. Me explico, creemos que tendremos un buen tiempo y una buena vida cuando hagamos aquello que “hoy” en esta vida, y en este tiempo deseamos. Esto que acabo de decir, para mi tiene la trampa más grande de la muerte, de la muerte del tiempo, y de la muerte de la vida. ¿Cuál es? Vivimos allá, allá en el futuro, allá en el “haremos”, allá en la posibilidad, allá en el “tendremos” o justo como lo comentaba hoy, “allá en diciembre” allá en el fin del año para auto engañarnos y luego decir ¡viene enero! Nuevas oportunidades, nuevo tiempo, nueva vida. O si me seguiste hasta aquí, una nueva trampa de la muerte y de la vida que inicia.

¿Qué hacer para salir de la trampa? Tal vez esperas una respuesta filosófica, tal vez una científica, tal vez una espiritual-yo también lo esperaba- sin embargo, creo que encontré una pista la semana pasada, sencilla, pero con mucho potencial. Fuimos a pedalear con mi papá y mi hermano algunos kilómetros hace un sábado. Entre los vaivenes que tuvimos hubo un momento muy decidor. Había una cuesta que tenía un par de kilómetros. Nos vimos la cara, nos dijimos ¡y ahora! Pensé hacia dentro y dije ¡está lejos! Veía la carretera entre el Tambo y la Era, y sobre todo su cuesta, veía las curvas y no terminaban, y sin empezar te cansabas esperando acabe sin iniciar y por supuesto pensando adelante y no donde estás. Pero decidí algo, creo que es la pista, no ver hacia delante, no ver cuándo empieza la curva, no ver como seré, no ver como descansaré. Decidí mirarme las piernas y disfrutar cada pedaleada, cada esfuerzo, cada gota de sudor que caía y se impregnaba el cemento. Cuando levanté la cabeza, había llegado. Había llegado, entre la bici, la vida y el tiempo.

Un buen hoy a todos, lo demás ya está sucediendo. (O)

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