Les recordamos

Manuel Salinas Ordóñez

Al visitar a quienes se adelantaron al designio mortal, añoramos su presencia para hacer con ellos lo que no pudimos hacer, para hablar sobre temas que no hablamos, para verles reir, para escuchar sus consejos, en fin, les extrañamos para seguir viviendo junto a ellos.

La contradictoria idea que tenemos de vivir como si jamás fuésemos a morir nos hace olvidar o dejar para después lo que deberíamos hacerlo en el momento preciso, cuando se lo sienta o cuando se lo requiera. Nuestros seres queridos, amigos y conocidos que fallecieron se fueron sin despedirse y jamás supieron lo que sentimos por ellos, porque simplemente no se los dijimos.

Los difuntos son recordados diariamente y debemos asistir a orar por sus almas a decirles lo que no pudimos decirles en vida a darle unos minutitos de nuestro tiempo, a recordar para volver a vivir junto a ellos. No desmayemos en esta tradición, no olvidemos jamás el lugar en donde pernoctan definitivamente.

Cuando fallece una persona nos entristecemos mucho, aunque la biblia y los sacerdotes digan que debemos alegrarnos, no podemos hacerlo, porque no es posible aceptar la muerte de una persona.

Pensemos en eso y no esperemos a que nuestros seres queridos se vayan sin saber que los amamos, sin que les digamos cuanto les queremos, sin que les apoyemos cuando nos lo piden. Vivamos como si fuera nuestro último día, no para despedirnos, sino para aprovecharlo agradeciendo y haciendo saber a los nuestros y a los amigos cercanos que son importantes en nuestras vidas, de esta forma cuando fallezcan no tendremos culpa alguna.

Ellos saben que tenemos presentes sus alegrías, tristezas, sus momentos de ternura y también su mal humor. Nos cuidan desde cada uno de sus cielos, nos protegen en todo momento y lo más importantes, saben que les recordamos. (O)

Manuel Salinas Ordóñez

Al visitar a quienes se adelantaron al designio mortal, añoramos su presencia para hacer con ellos lo que no pudimos hacer, para hablar sobre temas que no hablamos, para verles reir, para escuchar sus consejos, en fin, les extrañamos para seguir viviendo junto a ellos.

La contradictoria idea que tenemos de vivir como si jamás fuésemos a morir nos hace olvidar o dejar para después lo que deberíamos hacerlo en el momento preciso, cuando se lo sienta o cuando se lo requiera. Nuestros seres queridos, amigos y conocidos que fallecieron se fueron sin despedirse y jamás supieron lo que sentimos por ellos, porque simplemente no se los dijimos.

Los difuntos son recordados diariamente y debemos asistir a orar por sus almas a decirles lo que no pudimos decirles en vida a darle unos minutitos de nuestro tiempo, a recordar para volver a vivir junto a ellos. No desmayemos en esta tradición, no olvidemos jamás el lugar en donde pernoctan definitivamente.

Cuando fallece una persona nos entristecemos mucho, aunque la biblia y los sacerdotes digan que debemos alegrarnos, no podemos hacerlo, porque no es posible aceptar la muerte de una persona.

Pensemos en eso y no esperemos a que nuestros seres queridos se vayan sin saber que los amamos, sin que les digamos cuanto les queremos, sin que les apoyemos cuando nos lo piden. Vivamos como si fuera nuestro último día, no para despedirnos, sino para aprovecharlo agradeciendo y haciendo saber a los nuestros y a los amigos cercanos que son importantes en nuestras vidas, de esta forma cuando fallezcan no tendremos culpa alguna.

Ellos saben que tenemos presentes sus alegrías, tristezas, sus momentos de ternura y también su mal humor. Nos cuidan desde cada uno de sus cielos, nos protegen en todo momento y lo más importantes, saben que les recordamos. (O)

Manuel Salinas Ordóñez

Al visitar a quienes se adelantaron al designio mortal, añoramos su presencia para hacer con ellos lo que no pudimos hacer, para hablar sobre temas que no hablamos, para verles reir, para escuchar sus consejos, en fin, les extrañamos para seguir viviendo junto a ellos.

La contradictoria idea que tenemos de vivir como si jamás fuésemos a morir nos hace olvidar o dejar para después lo que deberíamos hacerlo en el momento preciso, cuando se lo sienta o cuando se lo requiera. Nuestros seres queridos, amigos y conocidos que fallecieron se fueron sin despedirse y jamás supieron lo que sentimos por ellos, porque simplemente no se los dijimos.

Los difuntos son recordados diariamente y debemos asistir a orar por sus almas a decirles lo que no pudimos decirles en vida a darle unos minutitos de nuestro tiempo, a recordar para volver a vivir junto a ellos. No desmayemos en esta tradición, no olvidemos jamás el lugar en donde pernoctan definitivamente.

Cuando fallece una persona nos entristecemos mucho, aunque la biblia y los sacerdotes digan que debemos alegrarnos, no podemos hacerlo, porque no es posible aceptar la muerte de una persona.

Pensemos en eso y no esperemos a que nuestros seres queridos se vayan sin saber que los amamos, sin que les digamos cuanto les queremos, sin que les apoyemos cuando nos lo piden. Vivamos como si fuera nuestro último día, no para despedirnos, sino para aprovecharlo agradeciendo y haciendo saber a los nuestros y a los amigos cercanos que son importantes en nuestras vidas, de esta forma cuando fallezcan no tendremos culpa alguna.

Ellos saben que tenemos presentes sus alegrías, tristezas, sus momentos de ternura y también su mal humor. Nos cuidan desde cada uno de sus cielos, nos protegen en todo momento y lo más importantes, saben que les recordamos. (O)

Manuel Salinas Ordóñez

Al visitar a quienes se adelantaron al designio mortal, añoramos su presencia para hacer con ellos lo que no pudimos hacer, para hablar sobre temas que no hablamos, para verles reir, para escuchar sus consejos, en fin, les extrañamos para seguir viviendo junto a ellos.

La contradictoria idea que tenemos de vivir como si jamás fuésemos a morir nos hace olvidar o dejar para después lo que deberíamos hacerlo en el momento preciso, cuando se lo sienta o cuando se lo requiera. Nuestros seres queridos, amigos y conocidos que fallecieron se fueron sin despedirse y jamás supieron lo que sentimos por ellos, porque simplemente no se los dijimos.

Los difuntos son recordados diariamente y debemos asistir a orar por sus almas a decirles lo que no pudimos decirles en vida a darle unos minutitos de nuestro tiempo, a recordar para volver a vivir junto a ellos. No desmayemos en esta tradición, no olvidemos jamás el lugar en donde pernoctan definitivamente.

Cuando fallece una persona nos entristecemos mucho, aunque la biblia y los sacerdotes digan que debemos alegrarnos, no podemos hacerlo, porque no es posible aceptar la muerte de una persona.

Pensemos en eso y no esperemos a que nuestros seres queridos se vayan sin saber que los amamos, sin que les digamos cuanto les queremos, sin que les apoyemos cuando nos lo piden. Vivamos como si fuera nuestro último día, no para despedirnos, sino para aprovecharlo agradeciendo y haciendo saber a los nuestros y a los amigos cercanos que son importantes en nuestras vidas, de esta forma cuando fallezcan no tendremos culpa alguna.

Ellos saben que tenemos presentes sus alegrías, tristezas, sus momentos de ternura y también su mal humor. Nos cuidan desde cada uno de sus cielos, nos protegen en todo momento y lo más importantes, saben que les recordamos. (O)