Unidad en la diversidad

PATRICIO CÓRDOVA CEPEDA

El pasado sábado en la Iglesia La Catedral, al recordar con nostalgia un año del fallecimiento de dos seres humanos importantes, que trascendieron sus vidas terrenales para lo bueno, señores Amada Pérez viuda de Espinel y Fausto Hervas Carrillo, el Padre Pedro Casa, Vicario de la Diócesis de Latacunga, expresó palabras sentidas, llenas de verdad y esperanza, en momentos complicados que vive nuestro país.

Exhortó a todos para construir y preservar la unidad como ecuatorianos, sin distinción de razas, y como criaturas de Dios. Exaltó que esa es la finalidad de nuestra existencia humana y la proyección divina a la eternidad, pero también ratificó la necesidad de vivir en paz y con justicia; es decir, no puede ser cualquier unidad, solamente el estar juntos, sino de sentirnos hermanos, con las diferencias que cada uno tenemos, pero con una paz viva, activa, digna, no de sepulcro, y además haciendo todo lo necesario para que sea en justicia, con equidad, sin enormes brechas económicas que resultan ofensivas e insultantes. Lo he repetido de manera insistente: El ser humano nació para ser libre y feliz, siendo una obligación sublime formar y formarnos para conseguir esos grandes objetivos de hombres y pueblos. No seremos libres si seguimos atados a prejuicios, represiones, traumas, visiones extremas. No seremos felices si menospreciamos a la gente, si nos creemos superiores, si no somos solidarios y auténticos.

Irse en contra de las Universidades, cuna del pensamiento universal, del conocimiento y la solidaridad; discursos incoherentes y desajustados de dirigentes indígenas, movidos por las pasiones y el protagonismo; posiciones ligeras de represión bajo el argumento de no impunidad; opiniones públicas o en redes de odio y resentimiento; no es ayuda útil para forjar unidad en la diversidad, en paz y con justicia.

PATRICIO CÓRDOVA CEPEDA

El pasado sábado en la Iglesia La Catedral, al recordar con nostalgia un año del fallecimiento de dos seres humanos importantes, que trascendieron sus vidas terrenales para lo bueno, señores Amada Pérez viuda de Espinel y Fausto Hervas Carrillo, el Padre Pedro Casa, Vicario de la Diócesis de Latacunga, expresó palabras sentidas, llenas de verdad y esperanza, en momentos complicados que vive nuestro país.

Exhortó a todos para construir y preservar la unidad como ecuatorianos, sin distinción de razas, y como criaturas de Dios. Exaltó que esa es la finalidad de nuestra existencia humana y la proyección divina a la eternidad, pero también ratificó la necesidad de vivir en paz y con justicia; es decir, no puede ser cualquier unidad, solamente el estar juntos, sino de sentirnos hermanos, con las diferencias que cada uno tenemos, pero con una paz viva, activa, digna, no de sepulcro, y además haciendo todo lo necesario para que sea en justicia, con equidad, sin enormes brechas económicas que resultan ofensivas e insultantes. Lo he repetido de manera insistente: El ser humano nació para ser libre y feliz, siendo una obligación sublime formar y formarnos para conseguir esos grandes objetivos de hombres y pueblos. No seremos libres si seguimos atados a prejuicios, represiones, traumas, visiones extremas. No seremos felices si menospreciamos a la gente, si nos creemos superiores, si no somos solidarios y auténticos.

Irse en contra de las Universidades, cuna del pensamiento universal, del conocimiento y la solidaridad; discursos incoherentes y desajustados de dirigentes indígenas, movidos por las pasiones y el protagonismo; posiciones ligeras de represión bajo el argumento de no impunidad; opiniones públicas o en redes de odio y resentimiento; no es ayuda útil para forjar unidad en la diversidad, en paz y con justicia.

PATRICIO CÓRDOVA CEPEDA

El pasado sábado en la Iglesia La Catedral, al recordar con nostalgia un año del fallecimiento de dos seres humanos importantes, que trascendieron sus vidas terrenales para lo bueno, señores Amada Pérez viuda de Espinel y Fausto Hervas Carrillo, el Padre Pedro Casa, Vicario de la Diócesis de Latacunga, expresó palabras sentidas, llenas de verdad y esperanza, en momentos complicados que vive nuestro país.

Exhortó a todos para construir y preservar la unidad como ecuatorianos, sin distinción de razas, y como criaturas de Dios. Exaltó que esa es la finalidad de nuestra existencia humana y la proyección divina a la eternidad, pero también ratificó la necesidad de vivir en paz y con justicia; es decir, no puede ser cualquier unidad, solamente el estar juntos, sino de sentirnos hermanos, con las diferencias que cada uno tenemos, pero con una paz viva, activa, digna, no de sepulcro, y además haciendo todo lo necesario para que sea en justicia, con equidad, sin enormes brechas económicas que resultan ofensivas e insultantes. Lo he repetido de manera insistente: El ser humano nació para ser libre y feliz, siendo una obligación sublime formar y formarnos para conseguir esos grandes objetivos de hombres y pueblos. No seremos libres si seguimos atados a prejuicios, represiones, traumas, visiones extremas. No seremos felices si menospreciamos a la gente, si nos creemos superiores, si no somos solidarios y auténticos.

Irse en contra de las Universidades, cuna del pensamiento universal, del conocimiento y la solidaridad; discursos incoherentes y desajustados de dirigentes indígenas, movidos por las pasiones y el protagonismo; posiciones ligeras de represión bajo el argumento de no impunidad; opiniones públicas o en redes de odio y resentimiento; no es ayuda útil para forjar unidad en la diversidad, en paz y con justicia.

PATRICIO CÓRDOVA CEPEDA

El pasado sábado en la Iglesia La Catedral, al recordar con nostalgia un año del fallecimiento de dos seres humanos importantes, que trascendieron sus vidas terrenales para lo bueno, señores Amada Pérez viuda de Espinel y Fausto Hervas Carrillo, el Padre Pedro Casa, Vicario de la Diócesis de Latacunga, expresó palabras sentidas, llenas de verdad y esperanza, en momentos complicados que vive nuestro país.

Exhortó a todos para construir y preservar la unidad como ecuatorianos, sin distinción de razas, y como criaturas de Dios. Exaltó que esa es la finalidad de nuestra existencia humana y la proyección divina a la eternidad, pero también ratificó la necesidad de vivir en paz y con justicia; es decir, no puede ser cualquier unidad, solamente el estar juntos, sino de sentirnos hermanos, con las diferencias que cada uno tenemos, pero con una paz viva, activa, digna, no de sepulcro, y además haciendo todo lo necesario para que sea en justicia, con equidad, sin enormes brechas económicas que resultan ofensivas e insultantes. Lo he repetido de manera insistente: El ser humano nació para ser libre y feliz, siendo una obligación sublime formar y formarnos para conseguir esos grandes objetivos de hombres y pueblos. No seremos libres si seguimos atados a prejuicios, represiones, traumas, visiones extremas. No seremos felices si menospreciamos a la gente, si nos creemos superiores, si no somos solidarios y auténticos.

Irse en contra de las Universidades, cuna del pensamiento universal, del conocimiento y la solidaridad; discursos incoherentes y desajustados de dirigentes indígenas, movidos por las pasiones y el protagonismo; posiciones ligeras de represión bajo el argumento de no impunidad; opiniones públicas o en redes de odio y resentimiento; no es ayuda útil para forjar unidad en la diversidad, en paz y con justicia.