Querida Ana

Mario José Cobo

¿Qué espera detrás del telón? ¿Quién me predice, de buenas a primeras, las tribulaciones de nuestra condición humana? ¿Cuántas cosas están todavía por escribirse en las líneas de nuestras manos?

¿Qué tan marcadas las tienes? Sí… las líneas de tu mano… ¿Qué tan marcadas las tienes?

Quizás no te preguntas los días, ni las horas, ni los años. Pero sé, honestamente, que te preguntas las coincidencias, que te remueves el interior buscando significado… buscándole un significado.

Que tapas tus oídos para escapar del ruido insoportable de las urbes modernas y los perros perspicaces que te ladran sus inseguridades a la cara. No proyectes, te lo pido por favor, no proyectes. Entiende que la idealización de tu vida, no lleva a nada más que desesperanza. Eres y punto.

No… devienes siempre ¡y ya está! No es necesario convertirse, porque devienes siendo, eres lo que serás y has sido lo que eres… un constante devenir.

Porque así, devienes mujer entre las flores del campo eslavo, y bajo los árboles centenarios junto al Sena. Devienes artista, cuándo se te encandecen los ojos al escribir sobre lo que sientes, devienes filósofa, cuando divagas vagante entre tus palabras pausadas y presumidas de una mente brillante.

Devienes humana, amiga, amante entre las horas infecundas, carcomida por el intensísimo deseo de sentir, de fallar, de escabullirse entre las mentes atormentadas por una modernidad amoldadora, una cultura de consumo, una sociedad que capitaliza la belleza y la crucifica en las paredes blancas del inconstante hombre.

Devienes lágrima en las tristezas azules de nuestras soledades, allí en donde cruzas tus piernas y pones la mano en el rostro, conmovida por tanta emoción… devienes suspiro entonces, devienes un grito de rabia, un corazón roto… el alma partida, un cartucho en flor.

Devienes sonrisa cuando recuerdas, cuando trans-sientes la cúspide del domingo entre la cuarta y la sexta hora. Entre las siluetas, las paredes de los museos y las caricias de tus ídolos. Devienes querida Ana, devienes siendo siempre.

Recuerda.

Siempre tuyo,

Mario

Mario José Cobo

¿Qué espera detrás del telón? ¿Quién me predice, de buenas a primeras, las tribulaciones de nuestra condición humana? ¿Cuántas cosas están todavía por escribirse en las líneas de nuestras manos?

¿Qué tan marcadas las tienes? Sí… las líneas de tu mano… ¿Qué tan marcadas las tienes?

Quizás no te preguntas los días, ni las horas, ni los años. Pero sé, honestamente, que te preguntas las coincidencias, que te remueves el interior buscando significado… buscándole un significado.

Que tapas tus oídos para escapar del ruido insoportable de las urbes modernas y los perros perspicaces que te ladran sus inseguridades a la cara. No proyectes, te lo pido por favor, no proyectes. Entiende que la idealización de tu vida, no lleva a nada más que desesperanza. Eres y punto.

No… devienes siempre ¡y ya está! No es necesario convertirse, porque devienes siendo, eres lo que serás y has sido lo que eres… un constante devenir.

Porque así, devienes mujer entre las flores del campo eslavo, y bajo los árboles centenarios junto al Sena. Devienes artista, cuándo se te encandecen los ojos al escribir sobre lo que sientes, devienes filósofa, cuando divagas vagante entre tus palabras pausadas y presumidas de una mente brillante.

Devienes humana, amiga, amante entre las horas infecundas, carcomida por el intensísimo deseo de sentir, de fallar, de escabullirse entre las mentes atormentadas por una modernidad amoldadora, una cultura de consumo, una sociedad que capitaliza la belleza y la crucifica en las paredes blancas del inconstante hombre.

Devienes lágrima en las tristezas azules de nuestras soledades, allí en donde cruzas tus piernas y pones la mano en el rostro, conmovida por tanta emoción… devienes suspiro entonces, devienes un grito de rabia, un corazón roto… el alma partida, un cartucho en flor.

Devienes sonrisa cuando recuerdas, cuando trans-sientes la cúspide del domingo entre la cuarta y la sexta hora. Entre las siluetas, las paredes de los museos y las caricias de tus ídolos. Devienes querida Ana, devienes siendo siempre.

Recuerda.

Siempre tuyo,

Mario

Mario José Cobo

¿Qué espera detrás del telón? ¿Quién me predice, de buenas a primeras, las tribulaciones de nuestra condición humana? ¿Cuántas cosas están todavía por escribirse en las líneas de nuestras manos?

¿Qué tan marcadas las tienes? Sí… las líneas de tu mano… ¿Qué tan marcadas las tienes?

Quizás no te preguntas los días, ni las horas, ni los años. Pero sé, honestamente, que te preguntas las coincidencias, que te remueves el interior buscando significado… buscándole un significado.

Que tapas tus oídos para escapar del ruido insoportable de las urbes modernas y los perros perspicaces que te ladran sus inseguridades a la cara. No proyectes, te lo pido por favor, no proyectes. Entiende que la idealización de tu vida, no lleva a nada más que desesperanza. Eres y punto.

No… devienes siempre ¡y ya está! No es necesario convertirse, porque devienes siendo, eres lo que serás y has sido lo que eres… un constante devenir.

Porque así, devienes mujer entre las flores del campo eslavo, y bajo los árboles centenarios junto al Sena. Devienes artista, cuándo se te encandecen los ojos al escribir sobre lo que sientes, devienes filósofa, cuando divagas vagante entre tus palabras pausadas y presumidas de una mente brillante.

Devienes humana, amiga, amante entre las horas infecundas, carcomida por el intensísimo deseo de sentir, de fallar, de escabullirse entre las mentes atormentadas por una modernidad amoldadora, una cultura de consumo, una sociedad que capitaliza la belleza y la crucifica en las paredes blancas del inconstante hombre.

Devienes lágrima en las tristezas azules de nuestras soledades, allí en donde cruzas tus piernas y pones la mano en el rostro, conmovida por tanta emoción… devienes suspiro entonces, devienes un grito de rabia, un corazón roto… el alma partida, un cartucho en flor.

Devienes sonrisa cuando recuerdas, cuando trans-sientes la cúspide del domingo entre la cuarta y la sexta hora. Entre las siluetas, las paredes de los museos y las caricias de tus ídolos. Devienes querida Ana, devienes siendo siempre.

Recuerda.

Siempre tuyo,

Mario

Mario José Cobo

¿Qué espera detrás del telón? ¿Quién me predice, de buenas a primeras, las tribulaciones de nuestra condición humana? ¿Cuántas cosas están todavía por escribirse en las líneas de nuestras manos?

¿Qué tan marcadas las tienes? Sí… las líneas de tu mano… ¿Qué tan marcadas las tienes?

Quizás no te preguntas los días, ni las horas, ni los años. Pero sé, honestamente, que te preguntas las coincidencias, que te remueves el interior buscando significado… buscándole un significado.

Que tapas tus oídos para escapar del ruido insoportable de las urbes modernas y los perros perspicaces que te ladran sus inseguridades a la cara. No proyectes, te lo pido por favor, no proyectes. Entiende que la idealización de tu vida, no lleva a nada más que desesperanza. Eres y punto.

No… devienes siempre ¡y ya está! No es necesario convertirse, porque devienes siendo, eres lo que serás y has sido lo que eres… un constante devenir.

Porque así, devienes mujer entre las flores del campo eslavo, y bajo los árboles centenarios junto al Sena. Devienes artista, cuándo se te encandecen los ojos al escribir sobre lo que sientes, devienes filósofa, cuando divagas vagante entre tus palabras pausadas y presumidas de una mente brillante.

Devienes humana, amiga, amante entre las horas infecundas, carcomida por el intensísimo deseo de sentir, de fallar, de escabullirse entre las mentes atormentadas por una modernidad amoldadora, una cultura de consumo, una sociedad que capitaliza la belleza y la crucifica en las paredes blancas del inconstante hombre.

Devienes lágrima en las tristezas azules de nuestras soledades, allí en donde cruzas tus piernas y pones la mano en el rostro, conmovida por tanta emoción… devienes suspiro entonces, devienes un grito de rabia, un corazón roto… el alma partida, un cartucho en flor.

Devienes sonrisa cuando recuerdas, cuando trans-sientes la cúspide del domingo entre la cuarta y la sexta hora. Entre las siluetas, las paredes de los museos y las caricias de tus ídolos. Devienes querida Ana, devienes siendo siempre.

Recuerda.

Siempre tuyo,

Mario