Árboles por pecados

Adolfo Coronel Illescas

Luego de la violencia y la situación vidriosa que vivió el país, es bueno saber que un sacerdote lojano enamorado de su vocación y de la siembra de una esperanza, que eso significa sembrar un árbol, ha ofrecido a los católicos de su parroquia, a manera de troncha en el cielo, que al cumplir con el sacramento de la confesión como penitencia por los pecados cometidos, deberán sembrar un árbol, para oxigenar la creación divina: la Tierra.

Debo confesar que, ante esta noticia, que no es un simple titular de prensa, me sentí un tanto incómodo con una mariposa inquieta bajo la garganta. Me puse a pensar que luego del temor por la democracia dando botes en las piedras de los “zánganos” golpistas, le sigue un poco de serenidad que nos invita a comprometernos con el mundo que nos rodea. Por eso al escoger este tema para nuestros ‘leyentes’, lo hacemos por causalidad, adhiriendo nuestro pensamiento, palabra y obra a la causa de cuidar el planeta, así sea cambiando árboles por pecados.

Entendemos que el sacerdote, administrador de la parroquia El Sagrario de Loja, lo hace en aplicación a los tres filtros de Sócrates, bondad, verdad y necesidad, por donde es más liviano transitar el mensaje a la grey. Nos quiere graficar que esta verdad y necesidad de favorecer a la naturaleza, hay que hacerlo con bondad y devoción. Lástima que este llamado no llegue a los que en vez de sembrar árboles siembran odio y división, violencia y conmoción, sin dejar de recordar sus preferidas canciones “El arma en los labios” y “La flor de la candela”.

Hay que aclarar que se debe sembrar un árbol por cada confesión y no un árbol por cada pecado, porque solo al Municipio, que está apoyando la siembra, le faltaría espacio. Y luego presumir que quienes no siembren nada en su vida irán directo a una de las nueve galerías o círculos del infierno de Dante. Los católicos en medio de la búsqueda de la vida son bastante originales. Esta penitencia, es eso, original. Sin embargo, sembrar árboles es un mensaje para tomar con seriedad el árido plan de reforestar el país, pero el “cambalache” con pecados, solo puede ser el deseo de un sacerdote que quiere cambiar el chip de los católicos, con una iniciativa que invita a cuidar la ecología natural y la ecología del alma. (O)

Adolfo Coronel Illescas

Luego de la violencia y la situación vidriosa que vivió el país, es bueno saber que un sacerdote lojano enamorado de su vocación y de la siembra de una esperanza, que eso significa sembrar un árbol, ha ofrecido a los católicos de su parroquia, a manera de troncha en el cielo, que al cumplir con el sacramento de la confesión como penitencia por los pecados cometidos, deberán sembrar un árbol, para oxigenar la creación divina: la Tierra.

Debo confesar que, ante esta noticia, que no es un simple titular de prensa, me sentí un tanto incómodo con una mariposa inquieta bajo la garganta. Me puse a pensar que luego del temor por la democracia dando botes en las piedras de los “zánganos” golpistas, le sigue un poco de serenidad que nos invita a comprometernos con el mundo que nos rodea. Por eso al escoger este tema para nuestros ‘leyentes’, lo hacemos por causalidad, adhiriendo nuestro pensamiento, palabra y obra a la causa de cuidar el planeta, así sea cambiando árboles por pecados.

Entendemos que el sacerdote, administrador de la parroquia El Sagrario de Loja, lo hace en aplicación a los tres filtros de Sócrates, bondad, verdad y necesidad, por donde es más liviano transitar el mensaje a la grey. Nos quiere graficar que esta verdad y necesidad de favorecer a la naturaleza, hay que hacerlo con bondad y devoción. Lástima que este llamado no llegue a los que en vez de sembrar árboles siembran odio y división, violencia y conmoción, sin dejar de recordar sus preferidas canciones “El arma en los labios” y “La flor de la candela”.

Hay que aclarar que se debe sembrar un árbol por cada confesión y no un árbol por cada pecado, porque solo al Municipio, que está apoyando la siembra, le faltaría espacio. Y luego presumir que quienes no siembren nada en su vida irán directo a una de las nueve galerías o círculos del infierno de Dante. Los católicos en medio de la búsqueda de la vida son bastante originales. Esta penitencia, es eso, original. Sin embargo, sembrar árboles es un mensaje para tomar con seriedad el árido plan de reforestar el país, pero el “cambalache” con pecados, solo puede ser el deseo de un sacerdote que quiere cambiar el chip de los católicos, con una iniciativa que invita a cuidar la ecología natural y la ecología del alma. (O)

Adolfo Coronel Illescas

Luego de la violencia y la situación vidriosa que vivió el país, es bueno saber que un sacerdote lojano enamorado de su vocación y de la siembra de una esperanza, que eso significa sembrar un árbol, ha ofrecido a los católicos de su parroquia, a manera de troncha en el cielo, que al cumplir con el sacramento de la confesión como penitencia por los pecados cometidos, deberán sembrar un árbol, para oxigenar la creación divina: la Tierra.

Debo confesar que, ante esta noticia, que no es un simple titular de prensa, me sentí un tanto incómodo con una mariposa inquieta bajo la garganta. Me puse a pensar que luego del temor por la democracia dando botes en las piedras de los “zánganos” golpistas, le sigue un poco de serenidad que nos invita a comprometernos con el mundo que nos rodea. Por eso al escoger este tema para nuestros ‘leyentes’, lo hacemos por causalidad, adhiriendo nuestro pensamiento, palabra y obra a la causa de cuidar el planeta, así sea cambiando árboles por pecados.

Entendemos que el sacerdote, administrador de la parroquia El Sagrario de Loja, lo hace en aplicación a los tres filtros de Sócrates, bondad, verdad y necesidad, por donde es más liviano transitar el mensaje a la grey. Nos quiere graficar que esta verdad y necesidad de favorecer a la naturaleza, hay que hacerlo con bondad y devoción. Lástima que este llamado no llegue a los que en vez de sembrar árboles siembran odio y división, violencia y conmoción, sin dejar de recordar sus preferidas canciones “El arma en los labios” y “La flor de la candela”.

Hay que aclarar que se debe sembrar un árbol por cada confesión y no un árbol por cada pecado, porque solo al Municipio, que está apoyando la siembra, le faltaría espacio. Y luego presumir que quienes no siembren nada en su vida irán directo a una de las nueve galerías o círculos del infierno de Dante. Los católicos en medio de la búsqueda de la vida son bastante originales. Esta penitencia, es eso, original. Sin embargo, sembrar árboles es un mensaje para tomar con seriedad el árido plan de reforestar el país, pero el “cambalache” con pecados, solo puede ser el deseo de un sacerdote que quiere cambiar el chip de los católicos, con una iniciativa que invita a cuidar la ecología natural y la ecología del alma. (O)

Adolfo Coronel Illescas

Luego de la violencia y la situación vidriosa que vivió el país, es bueno saber que un sacerdote lojano enamorado de su vocación y de la siembra de una esperanza, que eso significa sembrar un árbol, ha ofrecido a los católicos de su parroquia, a manera de troncha en el cielo, que al cumplir con el sacramento de la confesión como penitencia por los pecados cometidos, deberán sembrar un árbol, para oxigenar la creación divina: la Tierra.

Debo confesar que, ante esta noticia, que no es un simple titular de prensa, me sentí un tanto incómodo con una mariposa inquieta bajo la garganta. Me puse a pensar que luego del temor por la democracia dando botes en las piedras de los “zánganos” golpistas, le sigue un poco de serenidad que nos invita a comprometernos con el mundo que nos rodea. Por eso al escoger este tema para nuestros ‘leyentes’, lo hacemos por causalidad, adhiriendo nuestro pensamiento, palabra y obra a la causa de cuidar el planeta, así sea cambiando árboles por pecados.

Entendemos que el sacerdote, administrador de la parroquia El Sagrario de Loja, lo hace en aplicación a los tres filtros de Sócrates, bondad, verdad y necesidad, por donde es más liviano transitar el mensaje a la grey. Nos quiere graficar que esta verdad y necesidad de favorecer a la naturaleza, hay que hacerlo con bondad y devoción. Lástima que este llamado no llegue a los que en vez de sembrar árboles siembran odio y división, violencia y conmoción, sin dejar de recordar sus preferidas canciones “El arma en los labios” y “La flor de la candela”.

Hay que aclarar que se debe sembrar un árbol por cada confesión y no un árbol por cada pecado, porque solo al Municipio, que está apoyando la siembra, le faltaría espacio. Y luego presumir que quienes no siembren nada en su vida irán directo a una de las nueve galerías o círculos del infierno de Dante. Los católicos en medio de la búsqueda de la vida son bastante originales. Esta penitencia, es eso, original. Sin embargo, sembrar árboles es un mensaje para tomar con seriedad el árido plan de reforestar el país, pero el “cambalache” con pecados, solo puede ser el deseo de un sacerdote que quiere cambiar el chip de los católicos, con una iniciativa que invita a cuidar la ecología natural y la ecología del alma. (O)