El que no quiere ver, el que no quiere oír…

Rosalía Arteaga Serrano

Hay refranes que nos remiten a la sabiduría de los antepasados, pero que resultan tan apropiados a las circunstancias actuales, que vale la pena tomarlos en cuenta para hacer el análisis de lo que ocurre.

Cuando no se quiere ver u oír o palpar las evidencias, por más que éstas entren por los ojos, los oídos y todos los sentidos, habría que pensar en cómo se deforman los hechos y se los acomoda de acuerdo a lo que se tiene ya como un preconcepto que no admite razonamientos.

Me parece que eso es lo que está pasando en nuestra América Latina que aparece como víctima de una especie de conspiración para desestabilizarla, con una estrategia que hace surgir episodios de violencia en diferentes geografías, sin darse cuenta o tal vez calculando el costo social que ello entraña.

En Ecuador, Argentina, Perú y Chile, en los últimos tiempos hemos visto manifestaciones que rebasan todo lo vivido con anterioridad, como siguiendo un mismo esquema que se trata de llevar en las diferentes geografías y circunstancias.

Parecería que la siembra del odio está obteniendo su cosecha, teniendo como carne de cañón a jóvenes, a indígenas, a mujeres, a personas que sienten las necesidades y que parecería que encuentran asidero en los predicadores de violencia.

Se utilizan todos los argumentos para tratar de justificar estos brotes de violencia que arrasan con todo, como para mantener de su lado a la academia, a los medios de comunicación y muchos ingenuos idealistas que creen que esa es la forma de luchar. Creo que hay que recuperar la cordura, el sentido común, para encontrar las formas pacíficas de justicia social sin que debamos matarnos los unos a los otros.

[email protected]

Rosalía Arteaga Serrano

Hay refranes que nos remiten a la sabiduría de los antepasados, pero que resultan tan apropiados a las circunstancias actuales, que vale la pena tomarlos en cuenta para hacer el análisis de lo que ocurre.

Cuando no se quiere ver u oír o palpar las evidencias, por más que éstas entren por los ojos, los oídos y todos los sentidos, habría que pensar en cómo se deforman los hechos y se los acomoda de acuerdo a lo que se tiene ya como un preconcepto que no admite razonamientos.

Me parece que eso es lo que está pasando en nuestra América Latina que aparece como víctima de una especie de conspiración para desestabilizarla, con una estrategia que hace surgir episodios de violencia en diferentes geografías, sin darse cuenta o tal vez calculando el costo social que ello entraña.

En Ecuador, Argentina, Perú y Chile, en los últimos tiempos hemos visto manifestaciones que rebasan todo lo vivido con anterioridad, como siguiendo un mismo esquema que se trata de llevar en las diferentes geografías y circunstancias.

Parecería que la siembra del odio está obteniendo su cosecha, teniendo como carne de cañón a jóvenes, a indígenas, a mujeres, a personas que sienten las necesidades y que parecería que encuentran asidero en los predicadores de violencia.

Se utilizan todos los argumentos para tratar de justificar estos brotes de violencia que arrasan con todo, como para mantener de su lado a la academia, a los medios de comunicación y muchos ingenuos idealistas que creen que esa es la forma de luchar. Creo que hay que recuperar la cordura, el sentido común, para encontrar las formas pacíficas de justicia social sin que debamos matarnos los unos a los otros.

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Hay refranes que nos remiten a la sabiduría de los antepasados, pero que resultan tan apropiados a las circunstancias actuales, que vale la pena tomarlos en cuenta para hacer el análisis de lo que ocurre.

Cuando no se quiere ver u oír o palpar las evidencias, por más que éstas entren por los ojos, los oídos y todos los sentidos, habría que pensar en cómo se deforman los hechos y se los acomoda de acuerdo a lo que se tiene ya como un preconcepto que no admite razonamientos.

Me parece que eso es lo que está pasando en nuestra América Latina que aparece como víctima de una especie de conspiración para desestabilizarla, con una estrategia que hace surgir episodios de violencia en diferentes geografías, sin darse cuenta o tal vez calculando el costo social que ello entraña.

En Ecuador, Argentina, Perú y Chile, en los últimos tiempos hemos visto manifestaciones que rebasan todo lo vivido con anterioridad, como siguiendo un mismo esquema que se trata de llevar en las diferentes geografías y circunstancias.

Parecería que la siembra del odio está obteniendo su cosecha, teniendo como carne de cañón a jóvenes, a indígenas, a mujeres, a personas que sienten las necesidades y que parecería que encuentran asidero en los predicadores de violencia.

Se utilizan todos los argumentos para tratar de justificar estos brotes de violencia que arrasan con todo, como para mantener de su lado a la academia, a los medios de comunicación y muchos ingenuos idealistas que creen que esa es la forma de luchar. Creo que hay que recuperar la cordura, el sentido común, para encontrar las formas pacíficas de justicia social sin que debamos matarnos los unos a los otros.

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Rosalía Arteaga Serrano

Hay refranes que nos remiten a la sabiduría de los antepasados, pero que resultan tan apropiados a las circunstancias actuales, que vale la pena tomarlos en cuenta para hacer el análisis de lo que ocurre.

Cuando no se quiere ver u oír o palpar las evidencias, por más que éstas entren por los ojos, los oídos y todos los sentidos, habría que pensar en cómo se deforman los hechos y se los acomoda de acuerdo a lo que se tiene ya como un preconcepto que no admite razonamientos.

Me parece que eso es lo que está pasando en nuestra América Latina que aparece como víctima de una especie de conspiración para desestabilizarla, con una estrategia que hace surgir episodios de violencia en diferentes geografías, sin darse cuenta o tal vez calculando el costo social que ello entraña.

En Ecuador, Argentina, Perú y Chile, en los últimos tiempos hemos visto manifestaciones que rebasan todo lo vivido con anterioridad, como siguiendo un mismo esquema que se trata de llevar en las diferentes geografías y circunstancias.

Parecería que la siembra del odio está obteniendo su cosecha, teniendo como carne de cañón a jóvenes, a indígenas, a mujeres, a personas que sienten las necesidades y que parecería que encuentran asidero en los predicadores de violencia.

Se utilizan todos los argumentos para tratar de justificar estos brotes de violencia que arrasan con todo, como para mantener de su lado a la academia, a los medios de comunicación y muchos ingenuos idealistas que creen que esa es la forma de luchar. Creo que hay que recuperar la cordura, el sentido común, para encontrar las formas pacíficas de justicia social sin que debamos matarnos los unos a los otros.

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