El alto déficit impide el desarrollo del país

Tómese como ejemplo una familia que, en 1972, se ganó la lotería. En vista de ese ingreso excepcional, los padres decidieron que podían comprarse una mansión y contratar un desproporcionado servicio doméstico. Además, que no era necesario el ahorro y que se podría gastar en cosas importantes, como la educación y salud de los hijos, pero también en cambiar de auto cada año.

Esa familia no invirtió para aumentar el capital. Tampoco incentivó a sus hijos para que generaran empresas y mejoraran su situación económica. El resultado es que se fue acumulando una cantidad creciente de cuentas por pagar y, tarde o temprano, la única opción será endeudarse.

1,5%,
en promedio, creció le PIB real en los últimos 12 años. Esto es lo mismo que le ha pasado al país desde el boom petrolero de los años setenta. La lotería del oro negro nos hizo pensar que teníamos riqueza para siempre, y que no importaba cómo se gastaban los recursos. Se montó un sistema de subsidios y de gasto público, que creó una sociedad ávida de más, pero que no ha tenido incentivos para emprender y generar riqueza.

Según Jaime Carrera, miembro del Observatorio de la Política Fiscal, un claro ejemplo de que se ha gastado mal es que hoy hay más de 1,2 millones de personas mayores de 62 años que no tienen seguridad social y viven en una situación económica precaria. “Esos adultos mayores tenían 15 años en 1972, y luego de 47 años no pudimos ofrecerles un nivel aceptable de vida”, dijo.

Otros puntos de análisis

El experto recalcó que la “ceguera y la poca madurez” de la sociedad ecuatoriana no permite que se desmonte los subsidios a los combustibles, lo que contribuye a que los gastos superen a los ingresos, en promedio, en más de 4.000 millones de dólares, y que la deuda pública siga aumentando a razón de 9.000 o 10.000 millones cada año.

En otras palabras, el Estado debe gastar el equivalente al 10% de su Producto Interno Bruto (PIB) solo para mantener los subsidios y pagar los intereses y amortizaciones de la deuda. Ese dinero deja de destinarse a mejor educación y salud, por ejemplo.

“Para tener una sociedad que brinde más oportunidades debemos crecer a tasas de, al menos, 5% durante una década; y crear las condiciones para una inversión del 30% del PIB”, acotó Carrera. (JS)

Tómese como ejemplo una familia que, en 1972, se ganó la lotería. En vista de ese ingreso excepcional, los padres decidieron que podían comprarse una mansión y contratar un desproporcionado servicio doméstico. Además, que no era necesario el ahorro y que se podría gastar en cosas importantes, como la educación y salud de los hijos, pero también en cambiar de auto cada año.

Esa familia no invirtió para aumentar el capital. Tampoco incentivó a sus hijos para que generaran empresas y mejoraran su situación económica. El resultado es que se fue acumulando una cantidad creciente de cuentas por pagar y, tarde o temprano, la única opción será endeudarse.

1,5%,
en promedio, creció le PIB real en los últimos 12 años. Esto es lo mismo que le ha pasado al país desde el boom petrolero de los años setenta. La lotería del oro negro nos hizo pensar que teníamos riqueza para siempre, y que no importaba cómo se gastaban los recursos. Se montó un sistema de subsidios y de gasto público, que creó una sociedad ávida de más, pero que no ha tenido incentivos para emprender y generar riqueza.

Según Jaime Carrera, miembro del Observatorio de la Política Fiscal, un claro ejemplo de que se ha gastado mal es que hoy hay más de 1,2 millones de personas mayores de 62 años que no tienen seguridad social y viven en una situación económica precaria. “Esos adultos mayores tenían 15 años en 1972, y luego de 47 años no pudimos ofrecerles un nivel aceptable de vida”, dijo.

Otros puntos de análisis

El experto recalcó que la “ceguera y la poca madurez” de la sociedad ecuatoriana no permite que se desmonte los subsidios a los combustibles, lo que contribuye a que los gastos superen a los ingresos, en promedio, en más de 4.000 millones de dólares, y que la deuda pública siga aumentando a razón de 9.000 o 10.000 millones cada año.

En otras palabras, el Estado debe gastar el equivalente al 10% de su Producto Interno Bruto (PIB) solo para mantener los subsidios y pagar los intereses y amortizaciones de la deuda. Ese dinero deja de destinarse a mejor educación y salud, por ejemplo.

“Para tener una sociedad que brinde más oportunidades debemos crecer a tasas de, al menos, 5% durante una década; y crear las condiciones para una inversión del 30% del PIB”, acotó Carrera. (JS)

Tómese como ejemplo una familia que, en 1972, se ganó la lotería. En vista de ese ingreso excepcional, los padres decidieron que podían comprarse una mansión y contratar un desproporcionado servicio doméstico. Además, que no era necesario el ahorro y que se podría gastar en cosas importantes, como la educación y salud de los hijos, pero también en cambiar de auto cada año.

Esa familia no invirtió para aumentar el capital. Tampoco incentivó a sus hijos para que generaran empresas y mejoraran su situación económica. El resultado es que se fue acumulando una cantidad creciente de cuentas por pagar y, tarde o temprano, la única opción será endeudarse.

1,5%,
en promedio, creció le PIB real en los últimos 12 años. Esto es lo mismo que le ha pasado al país desde el boom petrolero de los años setenta. La lotería del oro negro nos hizo pensar que teníamos riqueza para siempre, y que no importaba cómo se gastaban los recursos. Se montó un sistema de subsidios y de gasto público, que creó una sociedad ávida de más, pero que no ha tenido incentivos para emprender y generar riqueza.

Según Jaime Carrera, miembro del Observatorio de la Política Fiscal, un claro ejemplo de que se ha gastado mal es que hoy hay más de 1,2 millones de personas mayores de 62 años que no tienen seguridad social y viven en una situación económica precaria. “Esos adultos mayores tenían 15 años en 1972, y luego de 47 años no pudimos ofrecerles un nivel aceptable de vida”, dijo.

Otros puntos de análisis

El experto recalcó que la “ceguera y la poca madurez” de la sociedad ecuatoriana no permite que se desmonte los subsidios a los combustibles, lo que contribuye a que los gastos superen a los ingresos, en promedio, en más de 4.000 millones de dólares, y que la deuda pública siga aumentando a razón de 9.000 o 10.000 millones cada año.

En otras palabras, el Estado debe gastar el equivalente al 10% de su Producto Interno Bruto (PIB) solo para mantener los subsidios y pagar los intereses y amortizaciones de la deuda. Ese dinero deja de destinarse a mejor educación y salud, por ejemplo.

“Para tener una sociedad que brinde más oportunidades debemos crecer a tasas de, al menos, 5% durante una década; y crear las condiciones para una inversión del 30% del PIB”, acotó Carrera. (JS)

Tómese como ejemplo una familia que, en 1972, se ganó la lotería. En vista de ese ingreso excepcional, los padres decidieron que podían comprarse una mansión y contratar un desproporcionado servicio doméstico. Además, que no era necesario el ahorro y que se podría gastar en cosas importantes, como la educación y salud de los hijos, pero también en cambiar de auto cada año.

Esa familia no invirtió para aumentar el capital. Tampoco incentivó a sus hijos para que generaran empresas y mejoraran su situación económica. El resultado es que se fue acumulando una cantidad creciente de cuentas por pagar y, tarde o temprano, la única opción será endeudarse.

1,5%,
en promedio, creció le PIB real en los últimos 12 años. Esto es lo mismo que le ha pasado al país desde el boom petrolero de los años setenta. La lotería del oro negro nos hizo pensar que teníamos riqueza para siempre, y que no importaba cómo se gastaban los recursos. Se montó un sistema de subsidios y de gasto público, que creó una sociedad ávida de más, pero que no ha tenido incentivos para emprender y generar riqueza.

Según Jaime Carrera, miembro del Observatorio de la Política Fiscal, un claro ejemplo de que se ha gastado mal es que hoy hay más de 1,2 millones de personas mayores de 62 años que no tienen seguridad social y viven en una situación económica precaria. “Esos adultos mayores tenían 15 años en 1972, y luego de 47 años no pudimos ofrecerles un nivel aceptable de vida”, dijo.

Otros puntos de análisis

El experto recalcó que la “ceguera y la poca madurez” de la sociedad ecuatoriana no permite que se desmonte los subsidios a los combustibles, lo que contribuye a que los gastos superen a los ingresos, en promedio, en más de 4.000 millones de dólares, y que la deuda pública siga aumentando a razón de 9.000 o 10.000 millones cada año.

En otras palabras, el Estado debe gastar el equivalente al 10% de su Producto Interno Bruto (PIB) solo para mantener los subsidios y pagar los intereses y amortizaciones de la deuda. Ese dinero deja de destinarse a mejor educación y salud, por ejemplo.

“Para tener una sociedad que brinde más oportunidades debemos crecer a tasas de, al menos, 5% durante una década; y crear las condiciones para una inversión del 30% del PIB”, acotó Carrera. (JS)