Reconciliación nacional

Giovanni Carrión Cevallos

El país a lo largo de 11 angustiantes días, con motivo del paro nacional, vivió una grave conmoción interna cuyas consecuencias tienen impacto directo no sólo en una estancada economía doméstica que ha visto escalar su riesgos país hasta los 805 puntos, sino también ha profundizado las heridas y diferencias dentro de una sociedad en la que afloran odios y resentimientos acumulados durante el régimen correísta, así como aquellas muestras de racismo y clasicismo de una oligarquía que es incapaz de mirar más allá de sus narices y de sus mezquinos e inconfesables intereses.

En verdad, esta bomba social pudo haberse desactivado si los actores en conflicto, desde un inicio, le apostaban al diálogo y promovían un proceso público y transparente de negociación, que posibilitara llegar a acuerdos mínimos, sobre aquellos puntos de coincidencia: la paz y seguridad de los ciudadanos. Lamentablemente, prevalecieron posiciones rígidas y hasta insensibles, lo cual tensionó aún más las ya ásperas relaciones gobierno – movimiento indígena.

Conforme pasan los días, y una vez que las aguas han vuelto a su cauce, trasciende que en las manifestaciones populares, existieron infiltrados con una clara intencionalidad de convulsionar el Ecuador en el propósito de desestabilizar el régimen democrático y de destruir evidencia documental de una década plagada de corrupción. Así lo grafica el edificio en llamas de la Contraloría General del Estado.

De ahí la importancia de obtener conclusiones de este trágico episodio. Es fundamental trabajar en una cultura de paz y diálogo permanente con todos los sectores, como una forma de resolver pacíficamente las controversias. Sin duda, el oficialismo debe entender que hay que escuchar al pueblo.

La mejor manera de gobernar es ‘mandar obedeciendo’. Debemos apostar a la reconciliación nacional. (O)

@giovannicarrion

Giovanni Carrión Cevallos

El país a lo largo de 11 angustiantes días, con motivo del paro nacional, vivió una grave conmoción interna cuyas consecuencias tienen impacto directo no sólo en una estancada economía doméstica que ha visto escalar su riesgos país hasta los 805 puntos, sino también ha profundizado las heridas y diferencias dentro de una sociedad en la que afloran odios y resentimientos acumulados durante el régimen correísta, así como aquellas muestras de racismo y clasicismo de una oligarquía que es incapaz de mirar más allá de sus narices y de sus mezquinos e inconfesables intereses.

En verdad, esta bomba social pudo haberse desactivado si los actores en conflicto, desde un inicio, le apostaban al diálogo y promovían un proceso público y transparente de negociación, que posibilitara llegar a acuerdos mínimos, sobre aquellos puntos de coincidencia: la paz y seguridad de los ciudadanos. Lamentablemente, prevalecieron posiciones rígidas y hasta insensibles, lo cual tensionó aún más las ya ásperas relaciones gobierno – movimiento indígena.

Conforme pasan los días, y una vez que las aguas han vuelto a su cauce, trasciende que en las manifestaciones populares, existieron infiltrados con una clara intencionalidad de convulsionar el Ecuador en el propósito de desestabilizar el régimen democrático y de destruir evidencia documental de una década plagada de corrupción. Así lo grafica el edificio en llamas de la Contraloría General del Estado.

De ahí la importancia de obtener conclusiones de este trágico episodio. Es fundamental trabajar en una cultura de paz y diálogo permanente con todos los sectores, como una forma de resolver pacíficamente las controversias. Sin duda, el oficialismo debe entender que hay que escuchar al pueblo.

La mejor manera de gobernar es ‘mandar obedeciendo’. Debemos apostar a la reconciliación nacional. (O)

@giovannicarrion

Giovanni Carrión Cevallos

El país a lo largo de 11 angustiantes días, con motivo del paro nacional, vivió una grave conmoción interna cuyas consecuencias tienen impacto directo no sólo en una estancada economía doméstica que ha visto escalar su riesgos país hasta los 805 puntos, sino también ha profundizado las heridas y diferencias dentro de una sociedad en la que afloran odios y resentimientos acumulados durante el régimen correísta, así como aquellas muestras de racismo y clasicismo de una oligarquía que es incapaz de mirar más allá de sus narices y de sus mezquinos e inconfesables intereses.

En verdad, esta bomba social pudo haberse desactivado si los actores en conflicto, desde un inicio, le apostaban al diálogo y promovían un proceso público y transparente de negociación, que posibilitara llegar a acuerdos mínimos, sobre aquellos puntos de coincidencia: la paz y seguridad de los ciudadanos. Lamentablemente, prevalecieron posiciones rígidas y hasta insensibles, lo cual tensionó aún más las ya ásperas relaciones gobierno – movimiento indígena.

Conforme pasan los días, y una vez que las aguas han vuelto a su cauce, trasciende que en las manifestaciones populares, existieron infiltrados con una clara intencionalidad de convulsionar el Ecuador en el propósito de desestabilizar el régimen democrático y de destruir evidencia documental de una década plagada de corrupción. Así lo grafica el edificio en llamas de la Contraloría General del Estado.

De ahí la importancia de obtener conclusiones de este trágico episodio. Es fundamental trabajar en una cultura de paz y diálogo permanente con todos los sectores, como una forma de resolver pacíficamente las controversias. Sin duda, el oficialismo debe entender que hay que escuchar al pueblo.

La mejor manera de gobernar es ‘mandar obedeciendo’. Debemos apostar a la reconciliación nacional. (O)

@giovannicarrion

Giovanni Carrión Cevallos

El país a lo largo de 11 angustiantes días, con motivo del paro nacional, vivió una grave conmoción interna cuyas consecuencias tienen impacto directo no sólo en una estancada economía doméstica que ha visto escalar su riesgos país hasta los 805 puntos, sino también ha profundizado las heridas y diferencias dentro de una sociedad en la que afloran odios y resentimientos acumulados durante el régimen correísta, así como aquellas muestras de racismo y clasicismo de una oligarquía que es incapaz de mirar más allá de sus narices y de sus mezquinos e inconfesables intereses.

En verdad, esta bomba social pudo haberse desactivado si los actores en conflicto, desde un inicio, le apostaban al diálogo y promovían un proceso público y transparente de negociación, que posibilitara llegar a acuerdos mínimos, sobre aquellos puntos de coincidencia: la paz y seguridad de los ciudadanos. Lamentablemente, prevalecieron posiciones rígidas y hasta insensibles, lo cual tensionó aún más las ya ásperas relaciones gobierno – movimiento indígena.

Conforme pasan los días, y una vez que las aguas han vuelto a su cauce, trasciende que en las manifestaciones populares, existieron infiltrados con una clara intencionalidad de convulsionar el Ecuador en el propósito de desestabilizar el régimen democrático y de destruir evidencia documental de una década plagada de corrupción. Así lo grafica el edificio en llamas de la Contraloría General del Estado.

De ahí la importancia de obtener conclusiones de este trágico episodio. Es fundamental trabajar en una cultura de paz y diálogo permanente con todos los sectores, como una forma de resolver pacíficamente las controversias. Sin duda, el oficialismo debe entender que hay que escuchar al pueblo.

La mejor manera de gobernar es ‘mandar obedeciendo’. Debemos apostar a la reconciliación nacional. (O)

@giovannicarrion