Actores directos y mentalizadores

Las medidas económicas del régimen están sobre la mesa. Un sector importante de la sociedad las rechaza, en particular el tema de la eliminación de los subsidios a los combustibles. Más que discutirlas, analizar sus pros y sus contras, dar fórmulas para hacerlas mejores o sustituirlas por otras, se recurre a la imposición. Las partes en conflicto operan de esta forma: la razón está de mi lado y no hay nada más de qué hablar.

La cultura política del odio se ha mostrado de cuerpo entero en los últimos días en el país. El odio, una categoría antidemocrática que presenta al adversario como indigno de ser oído, anulando el juego de la confrontación civilizada. El odio ha traído dolor y luto al país. La falta de puentes de diálogo ha llevado a que esa cultura del odio político, cultivada con esmero por el correísmo, se haya impuesto con toda su barbarie.

Muertos, heridos, retenidos, bombas lacrimógenas en universidades, desmanes de todo tipo en los centros urbanos, robos, violencia callejera, ataques a la industria petrolera, asaltos a tiendas y mercados, acciones contra empresas privadas y amedrentamiento a los trabajadores y ciudadanos inocentes, van dando forma al catálogo de odio de estos días. Estos actos tienen actores directos y mentalizadores.

De un lado y de otro se ha orquestado una suerte de “guerra de posiciones”, como esperando a ver quién se rinde primero, para entonces imponerse y hacer arrodillar, humillado, al adversario. Esa será una victoria sin sustento, pírrica, que dejará al odio definitivamente plantado entre todos nosotros. Es tiempo de madurar y razonar, de entendimiento y tolerancia. Ese es el camino.

«La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón.

Juan Pablo II
Papa de la iglesia católica
(1920-2005)

«La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso.

Jean Paul Sartre
Filósofo y escritor francés
(1905-1980)

Las medidas económicas del régimen están sobre la mesa. Un sector importante de la sociedad las rechaza, en particular el tema de la eliminación de los subsidios a los combustibles. Más que discutirlas, analizar sus pros y sus contras, dar fórmulas para hacerlas mejores o sustituirlas por otras, se recurre a la imposición. Las partes en conflicto operan de esta forma: la razón está de mi lado y no hay nada más de qué hablar.

La cultura política del odio se ha mostrado de cuerpo entero en los últimos días en el país. El odio, una categoría antidemocrática que presenta al adversario como indigno de ser oído, anulando el juego de la confrontación civilizada. El odio ha traído dolor y luto al país. La falta de puentes de diálogo ha llevado a que esa cultura del odio político, cultivada con esmero por el correísmo, se haya impuesto con toda su barbarie.

Muertos, heridos, retenidos, bombas lacrimógenas en universidades, desmanes de todo tipo en los centros urbanos, robos, violencia callejera, ataques a la industria petrolera, asaltos a tiendas y mercados, acciones contra empresas privadas y amedrentamiento a los trabajadores y ciudadanos inocentes, van dando forma al catálogo de odio de estos días. Estos actos tienen actores directos y mentalizadores.

De un lado y de otro se ha orquestado una suerte de “guerra de posiciones”, como esperando a ver quién se rinde primero, para entonces imponerse y hacer arrodillar, humillado, al adversario. Esa será una victoria sin sustento, pírrica, que dejará al odio definitivamente plantado entre todos nosotros. Es tiempo de madurar y razonar, de entendimiento y tolerancia. Ese es el camino.

«La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón.

Juan Pablo II
Papa de la iglesia católica
(1920-2005)

«La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso.

Jean Paul Sartre
Filósofo y escritor francés
(1905-1980)

Las medidas económicas del régimen están sobre la mesa. Un sector importante de la sociedad las rechaza, en particular el tema de la eliminación de los subsidios a los combustibles. Más que discutirlas, analizar sus pros y sus contras, dar fórmulas para hacerlas mejores o sustituirlas por otras, se recurre a la imposición. Las partes en conflicto operan de esta forma: la razón está de mi lado y no hay nada más de qué hablar.

La cultura política del odio se ha mostrado de cuerpo entero en los últimos días en el país. El odio, una categoría antidemocrática que presenta al adversario como indigno de ser oído, anulando el juego de la confrontación civilizada. El odio ha traído dolor y luto al país. La falta de puentes de diálogo ha llevado a que esa cultura del odio político, cultivada con esmero por el correísmo, se haya impuesto con toda su barbarie.

Muertos, heridos, retenidos, bombas lacrimógenas en universidades, desmanes de todo tipo en los centros urbanos, robos, violencia callejera, ataques a la industria petrolera, asaltos a tiendas y mercados, acciones contra empresas privadas y amedrentamiento a los trabajadores y ciudadanos inocentes, van dando forma al catálogo de odio de estos días. Estos actos tienen actores directos y mentalizadores.

De un lado y de otro se ha orquestado una suerte de “guerra de posiciones”, como esperando a ver quién se rinde primero, para entonces imponerse y hacer arrodillar, humillado, al adversario. Esa será una victoria sin sustento, pírrica, que dejará al odio definitivamente plantado entre todos nosotros. Es tiempo de madurar y razonar, de entendimiento y tolerancia. Ese es el camino.

«La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón.

Juan Pablo II
Papa de la iglesia católica
(1920-2005)

«La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso.

Jean Paul Sartre
Filósofo y escritor francés
(1905-1980)

Las medidas económicas del régimen están sobre la mesa. Un sector importante de la sociedad las rechaza, en particular el tema de la eliminación de los subsidios a los combustibles. Más que discutirlas, analizar sus pros y sus contras, dar fórmulas para hacerlas mejores o sustituirlas por otras, se recurre a la imposición. Las partes en conflicto operan de esta forma: la razón está de mi lado y no hay nada más de qué hablar.

La cultura política del odio se ha mostrado de cuerpo entero en los últimos días en el país. El odio, una categoría antidemocrática que presenta al adversario como indigno de ser oído, anulando el juego de la confrontación civilizada. El odio ha traído dolor y luto al país. La falta de puentes de diálogo ha llevado a que esa cultura del odio político, cultivada con esmero por el correísmo, se haya impuesto con toda su barbarie.

Muertos, heridos, retenidos, bombas lacrimógenas en universidades, desmanes de todo tipo en los centros urbanos, robos, violencia callejera, ataques a la industria petrolera, asaltos a tiendas y mercados, acciones contra empresas privadas y amedrentamiento a los trabajadores y ciudadanos inocentes, van dando forma al catálogo de odio de estos días. Estos actos tienen actores directos y mentalizadores.

De un lado y de otro se ha orquestado una suerte de “guerra de posiciones”, como esperando a ver quién se rinde primero, para entonces imponerse y hacer arrodillar, humillado, al adversario. Esa será una victoria sin sustento, pírrica, que dejará al odio definitivamente plantado entre todos nosotros. Es tiempo de madurar y razonar, de entendimiento y tolerancia. Ese es el camino.

«La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón.

Juan Pablo II
Papa de la iglesia católica
(1920-2005)

«La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso.

Jean Paul Sartre
Filósofo y escritor francés
(1905-1980)