De halagos y prebendas

POR: Fausto Jaramillo Y.

Penosamente, es posible comprobar que el Ecuador, desde sus inicios, escribió una historia de creación de clases sociales, castas y mafias que se han sucedido en la tarea de apropiación del país.

Allá, por 1830, cuando Ecuador nacía ya se escribía en su Constitución que para ser ciudadano había que poseer tierras y una renta de al menos 20 mil pesos. No falta en nuestra historia, un presidente que cambió la Constitución para determinar que la ciudadanía venía ligada a una adhesión a la religión católica.

Durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, las familias tenían puestas las esperanzas en que el hijo varón se convirtiera en cura o abrazara la carrera militar, pues ello aseguraría sus ingresos económicos y el apoyo a la familia.

En nuestros días, ya no se cambia la Constitución, pues, ese se vería muy mal; ahora, simplemente se otorga canonjías o privilegios a determinados grupos sociales que logran, de esta manera, beneficios inimaginables.

Tras la guerra de 1941, en que fuimos derrotados, la Fuerzas Armadas obtuvieron, poco a poco, una serie de privilegios que lo transformaron en un coto cerrado de ecuatorianos que lucraron del presupuesto y de discutibles honores.

Los futbolistas, aupados por mafias internacionales, son ahora, los mimados de la “afición”, aunque sería mejor decir, de los dirigentes, que no vacilan en firmar contratos millonarios por pocos meses al año.

Desde hace un par de decenas de años, la “clase del volante” o choferes hicieron sentir su presencia en las calles de las ciudades del país; con ello, poco a poco, obtuvieron rebajas en tributos, exoneración de impuestos en la importación de sus unidades, bonificaciones, etc.,etc.

Por supuesto, no podemos olvidarnos de la clase política, esos “padres de la patria” que con descaro mienten al pueblo, mientras sus bolsillos se engrosan con prebendas, contratos con sobreprecio para sí y para sus familiares y hasta para sus testaferros

Sería bueno que, desde ahora, esos privilegios y canonjías sean otorgadas a todos los ecuatorianos, a todos por igual, entonces, el Estado y el gobierno de turno no tendría a sus “ahijados” choferes, en las calles, protestando porque, según ellos, los decretos les disminuye en centavos lo que, con gritos, protestas, quema de llantas y violencia y hasta halagos y negociaciones turbias con los gobernantes de turno, lograron alcanzar.