‘De golpe y porrazo, se enriquece el ladronazo’

Zoila Isabel Loyola Román

Hasta hace poco y en cualquier parte del mundo, la honra ha sido parte importante de la existencia humana y por eso se consideraba injuria gravísima decirle a alguien ladrón, ya que, ante semejante epíteto, se sentían ofendidos tanto justos como pecadores. En la vida real y también en la literatura, hay suficientes ejemplos de honrados y ladrones defendiéndose a capa y espada: tomando la justicia en sus manos, en las cortes o batiéndose en duelo a muerte, por razones de considerar su honor mancillado.

En estos tiempos las cosas han cambiado, y yo me atrevo a decir que han cambiado mucho: decirle ladrón a alguien, ya no es una ofensa que afecte demasiado el honor de esa persona. El alias ladrón podría asustar a pocos y queme importar a muchos.

Ahora mismo que estoy escribiendo estas líneas, percibo al honor y a la honradez como, como palabras lejanas, antiguas y en desuso. ¿Qué es robar o qué ser ladrón? El robo empieza de a poco, decía mi abuela: “Quien roba la soga, también puede robar el buey”.

El uso y abuso de esta palabra ha quedado nada más que para ser utilizada como insulto a los políticos y tal vez sea por eso que a nadie le importe o se sienta ofendido con la mentada palabrita.

Ladrón viene a añadirse a la ristra de elementos dialécticos de la competencia política de nuestro país, algo así como, una mancha más al tigre. En política todo está permitido, entonces, desde esta óptica, jamás se podría ver mal que los verdaderos ladrones se conviertan en tenaces defensores de la honestidad y proclamen su autoridad moral para señalar como ladrones a los que son honrados.

Ahora y en cualquier tiempo no quisiéramos caer en la confusión de que los pájaros disparen a mansalva a las escopetas y los ladrones llamen ladrones a los honrados. (O)

[email protected]