Averno

Andrés Pachano

El averno es el “lugar del castigo eterno”, pero también es el limbo de la incertidumbre, etéreo rincón en el que reposan las dudas y el no saber o poder enterarnos de lo que tras las sombras ocurre.

La prensa informa que se ha descubierto el robo de datos confidenciales de prácticamente todos los ciudadanos ecuatorianos, muertos incluido. El Gobierno Nacional dice que se prepara legislación al respecto; fácil entender que el delito perpetrado esta excluido -las leyes no son retroactivas-; entonces subyace una pregunta: ¿y el atraco cometido?, el verdadero robo del siglo para los ecuatorianos, ¿qué se hace, que se hará?: nada, solo sumirnos en una resignada incertidumbre, en el miedo perpetuo a que nos roben los pocos medios que tenemos, a que delincan con nuestra identidad, a convivir –para variar- con el miedo, a imaginar alguna vez encontrarnos con el rostro de un delincuente que porta nuestra identidad. Los ciudadanos, todos nosotros, al limbo señores y solo escuchamos el llamado a adherirnos a esa suerte de cínica conformidad: “cambie las claves”. ¡Que fácil!, es que a estas alturas no podemos cambiarnos de identidad.

Ahora, los ciudadanos, descubrimos ser las víctimas de la impúdica política orwelliana de tentáculos ocultos, aquella del Estado todopoderoso, que todo lo puede, que todo lo controla, que todo lo manipula; masificaron y concentraron la historia de los ecuatorianos, más no la precautelaron, no la aseguraron; hoy se descubre que esa sensible y privada información, la identidad de los ciudadanos ecuatorianos, deambula como mercancía apetecible en los escaparates informáticos. ¡Y nos llaman a que cuidemos nuestros datos privados!, que desvergüenza.

Fernando Tinajero en su habitual columna en el diario El Comercio, el jueves pasado, nombró con propiedad a esta pesadilla como el “Penúltimo Círculo”; si, de acuerdo, si el infierno existe, nuestro Estado Nacional cual Dante Alighieri, nos lleva de la mano al umbral donde “al traspasarlo perderemos toda esperanza”. Avistamos entonces ignotas nebulosas, sombrías, casi tétricas. ¿Qué mal hemos hecho todos los ecuatorianos para merecernos el averno?

Pero, cuidado: ¡cambie la clave!.

Ambato, 23 de septiembre de 2019