Madre entera

Patricio Durán

El tema polémico del aborto –que se trató la semana pasada en el Pleno de la Asamblea Nacional, y negó su despenalización por violación- me hizo recordar una de las canciones de Manolo Galván, con el fuerte título de ‘Hijo de ramera’. La canción narra que un niño le dice a su madre que no quiere ir a la escuela, porque “Pedro, el hijo del alcalde” lo ha llamado “hijo de ramera”. La madre entonces le cuenta sobre su concepción y nacimiento: “En un pueblo junto a este hubo una hermosa doncella, que tenía 15 años y una belleza muy fresca. Se bañaba junto al río en el rincón de la alberca. Un día tres mozos llegan para sin ser vistos verla; se excitan ante esa flor rebosante de pureza y entre los tres y a la fuerza destruyeron en la niña la más grande de sus prendas”.

La madre-adolescente de la canción no piensa como los que hoy recomiendan reparar el daño causado destruyendo la criatura que ha sido concebida: “de aquel salvaje acto lleno de horror y violencia saliste tu mi buen niño para alegrar mi tristeza”. La madre le aconseja al hijo ir orgulloso a la escuela: “solo viví para ti, no me entregué, fue a la fuerza. Y si eso es una ramera que venga Dios y lo vea…”.

Resulta paradójico que se siga presionando, mediáticamente, fundándose en que las menores de edad no serían capaces para decidir criar a su hijo. Se revela, entonces, que la verdadera pretensión de la ideología del aborto, no es respetar un derecho de la mujer a elegir, sino imponer como única opción “razonable” la de abortar.

El aborto por violación, incluso pensando en una víctima adulta no escapa a esta crítica, ya que la mujer que ha sido sometida a semejante brutalidad, no cuenta con la serenidad psicológica para adoptar una decisión tan marcadora como la de eliminar a una criatura que, pese a todo, es también su hijo. Continuará.