Escuela y familia, tarea compartida

Rosalía Arteaga Serrano

Es un hecho, ya los niños y jóvenes ecuatorianos del régimen sierra y Amazonía, volvieron a clases, empezaron los recorridos, la euforia de los primeros días, el encuentro con los amigos y los que no lo son, las listas de útiles, los andares apresurados para conocer la clase y a las maestras.

Digo maestras porque un enorme porcentaje está constituido por mujeres, las que entregan su vida a la docencia y a sus alumnos son ellas, las que esperan la entrada de los nuevos discípulos en la puerta del aula, las que reciben con cariño a quienes ya pasaron por sus manos.

Los padres de familia son también parte del ajetreo, por haber matriculado a sus hijos, por comprar la lista de los útiles, por llevarlos al establecimiento educativo. Pero su responsabilidad no termina allí, continúa y debe cumplir con la educación de los hijos a conciencia.

Porque la educación que se recibe en la casa es fundamental, los ejemplos se marcan en el hogar, en el que se establecen los roles y se forman los valores.

En los últimos años existe la tendencia a matricular de forma muy temprana a los hijos, como que se diluye la responsabilidad y se la entrega a la escuela, sin darse cuenta de que se pierden días y años preciosos por actuar de forma acelerada.

Tampoco podemos interpretar esa matrícula y encargo como una forma de desprenderse de los deberes que la paternidad y la maternidad entrañan, como que los maestros fueran los padres sustitutos.

El diálogo permanente entre escuela y padres de familia se impone, como tarea indelegable, de tal manera que se construyan las sinergias que permitan hacer más eficaz todo el proceso de la enseñanza aprendizaje y obtengamos los mejores resultados, con una sociedad formada y solidaria, que luche por el mejoramiento de nuestro país.

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