Solo la verdad

FAUSTO MERINO MANCHENO

La refinería de Esmeraldas cumple 41 años de existencia refinando el petróleo oriental, convirtiéndolo en varios subproductos indispensables para la vida comunitaria, sobre todo, combustibles de gasolina, diésel y gas doméstico. Sin embargo, este suministro no auto abastece las necesidades del país, por lo que tienen que importarse combustibles que cuestan sumas millonarias. Construir una nueva refinería es una urgente necesidad. Mas, aún las nuevas refinerías no dejan de ocasionar severos daños al ambiente y a las personas que rodean su ámbito. Daños de salud leves como problemas de la piel, rinitis, hasta severos como asma, bronquitis crónica, cáncer y muchos otros problemas.

Por esta razón, donde quiera que se construya la nueva refinería, debe ser alejada de centros poblados, controlada sistemáticamente en sus emisiones dañinas y, debe establecerse una regalía por cada barril refinado que permita a la ciudad y a la provincia donde se instale, de alguna manera compensar el daño provocado por la contaminación. Olvidarse ya de las famosas retribuciones, compensaciones o dádivas de una cancha, un centro de salud, una callecita pavimentada, una obra de “caridad”.

Tiene que ponerse en la balanza de la decisión, por un lado, la contaminación y sus efectos negativos y por otro, la oferta de trabajo temporal (3 o 4 años) mientras dure su construcción, para unos pocos miles (3 o 4 miles) de trabajadores. Porque los trabajos fijos, posteriormente se reducirán a unos pocos cientos.

Ahora que las autoridades nacionales ponen el grito en el cielo declarando que la refinería emite ‘veneno’ a la población (noticia vieja) y que es necesario repararla en un tramo y construir otra nueva, conviene que las señoras Alcaldesa y Prefecta, se pongan de acuerdo en la conducta a seguirse ante esta posibilidad.

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