‘Hablamos de un héroe de verdad’

Escritor. Presentó esta semana su libro, que se encuentra en todas las librerías del país.
Escritor. Presentó esta semana su libro, que se encuentra en todas las librerías del país.

Abrir las páginas de ‘Ahora que cae la niebla’ es como abrir un cofre antiguo, que parecería perdido, pero que, al encontrarlo, devela un gran tesoro. Y es que la historia de Manuel Antonio Muñoz Borrero resulta toda una joya, el retrato de un héroe de carne y hueso, que arriesgó su vida en el periodo más oscuro del siglo XX.

Oscar Vela, quien desde tiempo atrás viene haciendo literatura con la historia, plasma en su última novela la vida del cónsul ecuatoriano en Estocolmo. En plena persecución de judíos por el nazismo, Muñoz Borrero se jugó el pellejo por intentar salvar a varios. Se estima que emitió unos 2.000 pasaportes -muchos falsificados, luego de que fuera removido del cargo- que habrían beneficiado a casi 1.200 judíos, de los cuales 147 llegaron a América.

Todo eso se lo llevó a la tumba, así como su historia de amor con Märta y del hijo que procrearon, Lennart. En un mundo donde los secretos suelen traer un mal sabor de boca, con esta obra publicada por Alfaguara, Vela devuelve una bocanada de aliento para creer en la humanidad. La labor de Muñoz Borrero y la complicidad del rabino Abraham Israel Jacobson a favor del pueblo judío; la investigación del sobrino del cónsul, Enrique Muñoz Larrea; y la pluma y espíritu investigador del autor ecuatoriano, logran pintar una breve sonrisa en medio de los estragos de la Segunda Guerra Mundial.

Desde ‘Todo ese ayer’ hasta el libro de ahora, ya hablamos de un historiador, no solo de un literato…
Me encuentro con historias que tienen que ver con la Historia. Entonces, resulta inevitable fundir lo histórico con lo literario. Sí, me ha tocado de un tiempo atrás hurgar, revisar archivos, investigar mucho para unir las piezas en mis novelas; pero solo hago una historia novelada, y esta fue dura.

¿Había más niebla?
Exacto. Es una historia vacía. De ahí también el título, entre lo nebuloso de la trama y la niebla de Estocolmo. Claro, desde que conocí la historia de Manuel Antonio, quedé fascinado. Pero había vacíos. Gente como Enrique Muñoz Larrea, que entrevisté dos veces antes de que fallezca, me permitieron tratar de llenarlos. La última vez que lo vi, le dije: “Enrique, tú eres personaje de esta historia”. Él es quien más conoció al Manuel Antonio, vivió con él en Estocolmo y nunca tuvo indicio de que intentó salvar la vida de judíos, ni que tuvo una amante, un hijo. Al hablar con quienes lo conocieron, te contaban poco: gestos, intereses, gustos, pues fue una persona muy reservada. Tocó buscarlo en archivos, cartas, entender cómo hablaba, sentir la música que escuchaba, que tanto le llenó.

Esa personalidad es la que lo convierte en héroe: el silencio como antifaz, y la prudencia como escudo…
Correcto, pero además tenía coraje y humildad. Seguramente, intuía que algunos de los beneficiados lograron sobrevivir, pero él y el rabino Jacobson, en esa época, con las comunicaciones, probablemente nunca supieron su gran hazaña. Pero mira cómo guardó su secreto, sin jactarse de la labor que hizo. Este hombre es de una heroicidad tremenda, y la llevó con lo altivo de la prudencia. Un hombre intachable.

Y pasando momentos duros, una vida austera…
Sí, y eso, en algún momento, hasta te genera alguna duda. Muchas personas en una posición similar, con el cargo de cónsul, engañaron a muchos judíos. En algún momento, mientras aparecían documentos, pensaba: ‘¿y si aparece algo que lo comprometa?’. Enrique también tuvo esa duda, considerando que muchos aprovecharon la situación de los judíos para quitarles todos sus bienes a cambio de una supuesta ayuda. Pero Manuel fue de los buenos y vivió apretado económicamente. Enrique es quien ayudó a su tío con la manutención. Manuel te demuestra que la altivez supera a cualquier necesidad. Dentro de sus limitaciones, fue un hombre feliz desde lo recatado y la modestia.

Con este personaje, se puede decir que la literatura cuenta lo que la historia no alcanza…
Muchas veces, sí. En mis últimos libros se ha dado. Esta historia era como un rompecabezas incompleto. La ficción entra como una pieza cuando ya no había forma de enterarnos de algo. Ese fue el desafío: ir llenando los vacíos.

Considerando la complejidad a la hora de armar la novela, relatas tu encuentro con la imagen de Manuel. Si miras su rostro y abres el libro, ¿su retrato está allí?
Creo que él está plasmado en el libro. Hasta ahora, familiares y gente que le conoció me aseguran que el ‘Tío Zuco’, como le decían, está ahí. Todavía no me han salido los más puristas para ver cualquier costura. Claro, un par de personas tenía preocupación de que cuente el tema de Manuel y Martä…

Pero esa es la columna de la historia: de por medio hay una novela de amor…

Justamente, la historia de Manuel y Martä es lo más lindo: su romance es fenomenal y atraviesa la novela. Está el secreto de su ayuda a los judíos, pero está el secreto de su romance, del que nació un hijo. Ambas historias estarían fuera de la ley, pero ahí descubres la intensidad de su vida. Pienso que el Manuel de las páginas es lo más parecido a lo que fue. Lo único que me pregunto es si él hubiese permitido que se cuenten sus secretos, considerando que los conservó hasta la tumba: me quedó adentro el saber si le hubiese gustado leer su historia.

Desde tu mirada como abogado, el secreto está en los pasaportes falsos que emitió: ¿El deber supera a lo legal?
Es una época distinta y difícil de entender. En un primer momento, Ecuador sentía admiración por Hitler, como gran parte del mundo. Los suecos eran neutrales, y no lo eran tanto. La mayoría de pasaportes fueron emitidos del 42’ al 45’, cuando ya no fungía de cónsul. Esa fue la gran dicotomía de su vida, y de la de Jacobson, pero pienso que ambos fueron conscientes de que evadían la ley por una causa justa: intentar salvar vidas.

Son situaciones distintas, pero el pasado está en el presente. ¿Cuál es tu mirada sobre los pasaportes humanitarios para venezolanos?
No se puede dejar de criticar el restringir su ingreso, asumo que hay temas de seguridad para hacerlo; pero desde el punto de vista humano, la medida resulta triste.

En una escena, Enrique y Manuel hablan de la “supuesta neutralidad” de Suecia en la guerra, pero tenía guiños con Hitler. Manuel dice: “de dónde crees que sale eso de ‘hacerse el sueco’”. ¿Cuándo Óscar Vela se ‘hace el sueco’?
(Risas). Creo que todos alguna vez nos hacemos.

Como ahora con tu respuesta…
(Vuelve a reír). Cuando escribo, me ‘hago el sueco’: a través de los libros, por medio de los personajes, decimos muchas cosas que a veces no nos atrevemos. (DVD)

Perfil
Óscar Vela

° Escritor, abogado y columnista. Es autor de ‘Desnuda oscuridad’ (Premio Joaquín Gallegos Lara 2011), ‘Yo soy el fuego’ (Premio Jorge Icaza 2013), ‘Todo ese ayer’ (Premio Joaquín Gallegos Lara 2015), ‘Naúfragos en tierra’ (2017). Actualmente trabaja en una novela sobre la vida de Nelson Serrano, condenado a muerte, en EE.UUI.