Pablo Iturralde, las manos que construyen sueños fronterizos

COMPROMISO. La labor realizada se extiende por las zonas más alejadas del país.
COMPROMISO. La labor realizada se extiende por las zonas más alejadas del país.

Pablo Iturralde es un hombre de mirada profunda, paso firme y manos que edifican utopías. Nació en Quito, en 1965, pero llegó a Ibarra en los años 90. Y desde que inició con su Fundación Tierra para todos, trabaja con las comunidades y nacionalidades que se asientan en la zona norte del país.

Uno de los recuerdos que mantiene intactos es la caminata que efectuó con las comunidades awá hacia Quito. Tras ocho días de recorrido, llegaron a la capital y obtuvieron su reconocimiento. El Estado ecuatoriano entregó 112.000 hectáreas para que pudiera vivir ahí la nacionalidad awá.

“Los pueblos fronterizos, donde están las comunidades awá y afroecuatorianas, son todavía invisibles. El Estado no tiene una presencia directa. Lo que los mantiene en vulnerabilidad y marginalidad. A más de cargar con el estigma de ser considerados pueblos de contrabando, espacios del narcotráfico y de colaboración con la guerrilla”, comenta.

Son poblaciones que carecen de los servicios más esenciales, como salud, infraestructura o agua potable. Además, sus fuentes de trabajo son nulas y no pueden comercializar sus productos agropecuarios por falta de vías de comunicación. Pueblos que se han visto obligados a enfrentar solos a grandes empresas madereras, mineras, de palmicultoras y grupos armados ilegales.

“Son las comunidades con menos atención y mayor vulnerabilidad en el contexto nacional. Y, como fundación, tratamos de resolver problemas básicos en infraestructura, vialidad, educación, salud, que ayuden para su integración y desarrollo”, dice.