Cárcel a Correa

Kléber Mantilla Cisneros

Hay que volver a decir las veces necesarias. El correísmo fue la era de mayor corrupción de la historia. El caso denominado Sobornos escribe otra página corrosiva del período delincuencial atroz liderado por un Presidente del país. Junto a la bonanza petrolera, la expropiación del territorio Waorani, el endeudamiento con bancos chinos y la entrega de mar territorial, se cocinó el mayor saqueo de fondos públicos de un gobernante con tinte populista, pero afianzado por el narcotráfico internacional.

En Perú la corrupción de Odebrecht implicó el suicidio de Alan García y la cárcel de varios expresidentes. Por menos dinero robado Lula da Silva está preso en Brasil. Acá un exvicepresidente está encarcelado y hay otra órden de prisión preventiva contra Rafael Correa. Sin embargo, si existiese un real e independiente sistema de justicia, varios funcionarios de alto nivel y empresarios ya estarían vestidos de naranja en alguna de las celdas construidas en tiempos de ‘revolución ciudadana’. Está confirmado que se diseñaron leyes maliciosas para explotar a los ciudadanos con impuestos, montar una estructura pública corrupta y favorecer un clan de seguidores fanáticos sin escrúpulos.

Varios jerarcas del correato fueron responsables del saqueo de dinero y gestores de maniobras financieras para lavar capitales. Por hoy, la repatriación de bienes robados está bajo la lupa. Sin duda, cada carretera, puente, la red energética, pozos petroleros, cada vivienda construida, escuelas del Milenio, consulados y embajadas, cada obra revestida con sobreprecio, Yachay y la farsa universitaria, cada cuña de propaganda tendrán que auditarse. Al final, varias cuentas en paraísos fiscales tendrán que bloquearse. Es notorio que un grupo de autoridades compraron departamentos e inmuebles en el exterior y, en teoría, tendrán que devolverlos en algún momento.

No solo se produjo un escenario propicio para la violación de derechos humanos, la persecución a la prensa, el drama de un 30-S y el enriquecimiento del clan de malandros sabidos sino la concentración monopólica de una nueva élite política y económica. Aún persisten esos monopolios mediáticos, por citar un ejemplo. De ahí viene la utopía: el Banco del Pacífico, alguna eléctrica o petrolera, debería pasar bajo administración de los jubilados perjudicados del IESS que hoy reciben bonos. Esa continua compra de deuda externa, el esquema de impunidad legalizado y las millonarias transferencias a bancos europeos tendrán que depurarse y en detalle. Tarde lo que tarde. En este y en los próximos gobiernos. Cárcel a un sicópata es lo normal.

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