Una historia humana IV

Patricio Durán

Los contrarios a la venta de las Islas Galápagos fueron los ecuatorianos de clases sociales medias y bajas, fervorosos defensores del territorio insular. El Archipiélago de Colón sigue siendo ecuatoriano por decisión del pueblo, no tanto por la de sus políticos y gobiernos de turno. Existe documentación y comentarios periodísticos de la época sobre la poca utilidad de las islas, o aún más, de la carga que ha supuesto para el Ecuador mantenerlas.

Desde el punto de vista económico, muchos dirigentes políticos se inclinaban a ceder el archipiélago a cambio de un “plato de lentejas”. En cambio, el ecuatoriano común siempre estuvo contra cualquier intento de sacrificar aquel rincón de la patria. “Ante la crisis que afecta al país –comentaba el diario El Telégrafo en 1921- algunas voces desesperadas claman por la venta del Archipiélago como único remedio, pues traería oro en abundancia, pero esas opciones son desmesuradas y requieren calma, pues la ley prohíbe mermar nuestro territorio, pero solo haría falta el consentimiento del Congreso”.

No faltaban tampoco los cándidos que creían que Ecuador podía aprovechar del valor estratégico de las islas para exigir mayores ventajas a Estados Unidos o al Japón que estaban interesados en adquirir las islas. La lucha por mantenerlas fue seguida con mucho interés y preocupación por los gobiernos de Sud América, a comienzos del siglo XX.

Chile, pese a que proclamaba ser independiente y opuesto a las pretensiones norteamericanas, aspiraba las islas. La mayor parte de las naciones americanas veían con preocupación la amenaza a la soberanía ecuatoriana. “Más les valiera no haber tenido” comentaba un diario argentino en 1912 sobre la situación del Ecuador que debía defender una parte de su territorio frente a la gran potencia del norte. Continuará.