Cuestión de control

POR: Fausto Jaramillo Y.

Gracias a la plataforma virtual Netflix, ahora es posible mirar en la televisión toda una gama de programas y documentales sobre variados temas, lo que abre las posibilidades de conocer y entender lo que pasó, lo que está pasando y lo que podría suceder en un futuro no muy lejano.

La semana pasada encontré en esta plataforma un título que me llamó mucho la atención: “Nada es privado”, sobre el juicio seguido en Gran Bretaña contra la compañía Cambrigde Analytic, por haber utilizado los datos de los usuarios de Facebook, para enviarles mensajes que influirían en su decisión de votar en las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos que terminaron con la victoria del actual presidente Donald Trump.

En el juicio, el presidente de la compañía, un tal señor Alexander Nix, como era de esperarse, defendió el accionar de esta empresa, alegando que el uso de esos datos no constaba en ningún código penal como delito. No puede condenarse a nadie por un delito que no esté tipificado por la Ley.

Pero, el testimonio de una de sus más brillantes empleadas de la compañía, la norteamericana Brittany Kaiser, demostró que, si bien los actos de dicha compañía no pueden ser condenados por la Ley, si pueden ser considerados como inmorales.

A manera de ejemplo: en Trinidad y Tobago, dos son los partidos políticos que disputan el poder. Uno pertenece a los descendientes de los ciudadanos africanos que llegaron a la isla y el otro, el de los indígenas. Esta compañía fue contratada para influir en los votantes. Con los datos de Facebook, los analistas comprendieron que los jóvenes afrodescendientes tenían otros intereses por sobre la política y el destino de su pueblo; entonces crearon una campaña promoviendo que más importante que acudir a las urnas era jugar, bailar, o hacer otra cosa. Por su parte, los indígenas con una fuerte costumbre familiar obedecían a sus padres y con ellos acudieron a las urnas. Los resultados fueron: el triunfo de la candidata de este partido. En realidad, los mensajes individualizados preparados y enviados por esta compañía no hablaban de política, sin embargo, su carga de influencia logró resultados electorales.

Cosa similar había sucedido en los Estados Unidos. El candidato republicano Trump, había contratado a esta compañía, la que usando los datos de Facebook y de los mensajes electrónicos filtrados por Julian Assange, y el gobierno ruso, crearon mensajes alarmistas contra Hillary Clinton. La compañía envió más de 3 millones de estos mensajes contra los 68 mil de la campaña del partido demócrata. Los resultados todos los conocemos.

La justicia británica no pudo condenar a la compañía ni a su presidente; sin embargo, su reputación cayó por los suelos y tuvo que declararse en quiebra.

Cuando terminé de ver el documental una interrogante me asaltó: en ningún medio de comunicación existente en un país socialista, o simplemente populista, informa sobre temas como éste, que afectan a sus ciudadanos, a sus gobiernos y sus instituciones. ¿Por qué? ¿Es que no se producen estos comportamientos? No, simplemente es que el control que los gobiernos de este signo ejercen sobre todos los medios de comunicación es tan grande que resulta imposible que salga a la luz algo que pueda cuestionar su accionar.