Alí Babá y…

Eduardo F. Naranjo C.

Alí Babá, hombre afortunado que pudo quitar el botín a los ladrones y repartir a los pobres, sirve de metáfora inversa a la desprotegida sociedad ecuatoriana, víctima de sinvergüenzas expoliadores que, aprovechando la pasividad y el desamparo ciudadano, ahora van por todo.

Los corsarios que vinieron del puerto siempre hicieron de las suyas, con la propiedad estatal (la de todos) y adiestraron en el cómo hacerlo a los de otras latitudes y alturas, con lo que se completó el cuadro de este país víctima de ‘lobistas’ (atracadores con traje de marca) y perros que devoran los huesos sobrantes.

Cumpliendo órdenes imperiales deciden concesionar (vender) las grandes fuentes de riqueza que son patrimonio de todos, como hidroeléctricas, bancos, petroleras (ya en parte regaladas), telefónicas, minas y todo lo que es rentable para el Estado ecuatoriano (es decir el patrimonio común).

Estos “financistas” dicen que el Estado no puede con eso, que todo mejorará con los empresarios privados y, obviamente, que de entrada las tarifas de todos estos servicios subirán sin beneficio alguno, pero dejarán excelentes comisiones a los lobistas trepados en el poder.

En emprendimientos mineros, el país tiene poca experiencia y quizá es justificable la concesión, pero con contratos justos; en los demás rubros sobra experiencia y gestión, siempre que no sea enturbiada y manipulada por los que gobiernan, así el caso petrolero, donde la empresa nunca logro salir por los ‘lobistas’ y oscuros gobiernos, pese al esfuerzo que significó crear una Ley para esa empresa, hoy retaceada y regalada -tema que trataremos posteriormente- frente a este abrupto abismo al que nos conducen la oclocracia de turno: solo queda incendiar el país e irse porque al parecer la historia avizora un fatal destino.

[email protected]