El siempre de los waorani

Rocío Silva

En los últimos meses, el pueblo waorani de la Amazonía ecuatoriana ha ocupado titulares en la prensa nacional e internacional, debido a que el Gobierno ecuatoriano tomó la decisión de abrir unas 180.000 hectáreas para la explotación de petróleo en su territorio, por lo que los waorani presentaron una acción de protección, logrando un fallo a su favor en el tribunal penal del Puyo, por el que se suspende la entrada de las empresas petroleras a su territorio, y se dificulta la licitación de otras áreas hidrocarburíferas.

El factor determinante, en primera instancia, para el mencionado fallo, fue que existió la violación al derecho constitucional a la autodeterminación de los pueblos y a la consulta previa, libre e informada sobre planes de explotación de recursos no renovables en sus tierras. El fallo puede ser apelado por los demandados, los ministerios de Energía y Recursos Naturales No Renovables y de Ambiente, así como por la Procuraduría.

El pueblo waorani tiene un lugar irrebatible en la historia de los pueblos del oriente. El académico Miguel Ángel Cabodevilla traza la línea de tiempo de este pueblo, que se inicia en la prehistoria hasta el siglo XX, pues relaciona la temporalidad tradicional de la historia de la larga duración, y los grandes acontecimientos, con la historia corta y el tempo cíclico, y junto a esta última, incorpora los actos históricos más allá de que los pueblos tengan o no escritura. Las culturas tienen diferentes maneras de pensar el tiempo, estas dos temporalidades, se constituyen en el hilo que permite la continuidad de una autodeterminación que coloca al pasado y al presente, y sobre todo, a la memoria y a la voz de los y las waorani como contertulios legítimos en una práctica reflexiva comparada con el pensamiento post colonial. Así debe entenderse la presencia del pueblo waorani en la actualidad, como un pueblo con memoria, con autodeterminación y capacidad de decisión sobre su vida. Los waorani son unos 4.800 miembros, son dueños de unas 800.000 hectáreas de selva en Pastaza, Napo y Orellana, están ahí desde siempre.