Generación Dormida

Mario José Cobo

Sin embargo, lo sabíamos bien en aquella mañana en donde el sol daba las 11:00 y la luna tenía un color miel claro. Nos decidimos a percibir el encuentro, el carácter incomprensible de las alubias circundantes. Entre el cenicero repleto y las copas vacías… tomando aguardiente de angustias y contemplando los caracteres del libro de Mario Vargas Llosa.

Siempre y cuando la noche fuera obscura, sabíamos que estaríamos bien. Noche obscura, repleta de estrellas, estrellas dibujantes de constelaciones y amalgamas de lo que seríamos… de lo que somos. Reflexiones en canciones protestantes y de características autóctonas, la poesía en guitarra de Facundo Cabral, y la voz potente de una Mercedes Sosa que nos recordaba a nuestro carácter originario indigenista.

¡Ah! La poesía del buen Pablo y las historias interminables de García Márquez. ¿Qué pasó con la gente que se tomaba el atrevimiento de sentarse a reflexionar? ¿Qué pasó con los que creaban sentimientos compartidos esparcidos por todo el continente? La literatura, el arte… la generación revolucionaria que parió culturas en disfrute y eliminó las congojas del autoritarismo Latinoamericano. Somos los nuevos conformistas del milenio segundo. Quedándonos cómodos con publicar 140 caracteres, ya creyéndonos nuevos Bolívares o Guevaras… creyendo que hemos creado cambio solamente con recibir corazoncitos y notificaciones.

Como Guayasamín, las manos grandes en el rostro, desesperando por los que se han quedado dormidos debajo de las amapolas de la tecnología y la inmediatez reflexiva. Porque la literatura de complicada inspiración se ha visto corroída por el consumismo y la sencillez de falsos literatos. Porque los movimientos sociales ya no pasan por las calles… porque el hombre no avanza… porque el arte, la cultura ya no es romántica… porque ya no vemos las estrellas. Porque nos creemos dueños de una verdad absoluta. Porque ya no importa el cenicero repleto y la resaca después del beso intenso humanista.