Despedido por su baja inteligencia emocional

Andrés Ontaneda

Cuando una persona va en busca de trabajo, prepara su hoja de vida, se prepara para las preguntas técnicas, asiste a la famosa entrevista laboral y rinde sus exámenes de ingreso. Al final de día, esperar la ansiosa llamada de “usted ha sido seleccionado”, es una odisea. Independientemente de la forma cómo logró un individuo un espacio laboral, pesa mucho al tiempo de reclutamiento y selección su parte técnica y es por donde la mayoría de organizaciones realizan su selección de personal.

Cuenta la historia que existía un conquense (oriundo de Cuenca de España), se preparó y logró su título universitario en la rama de derecho, pero más fueron sus ansias de poder que desde muy pequeño anhelaba ser alguien importante, y por encima de todo y todos en el trajinar de la vida logró un alto cargo público. Cumplió su sueño, se sentó en el curul, despidió a quien quiso, gobernó sin ley, y dominó a sus subalternos, en su interior sabía que su dopamina se elevó, su ego se infló como un globo con helio y voló tan alto que se confundió en los cielos.

Al pasar del tiempo, su organización empezó a declinar, la productividad disminuyó, su gente acudía a su trabajo sin ánimo, esquivando a toda costa el contacto con su jefe debido a la falta del control de sus emociones y su narcicismo que se volvió incontrolable y el miedo invadió a cada trabajador. Sin saber que su globo en los días siguientes reventó. Aquel día regresó la paz en la organización y los niveles de eficiencia laboral mejoraron con el tiempo.

La falta de cultura organizacional hace contratar gente por su alto coeficiente intelectual, pero la despiden por su baja inteligencia emocional. Un viejo refrán dice: “Nadie te va a recordar por tus títulos, sino por tu forma de ser”. (O)

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