Los visitantes inesperados

Daniel Marquez Soares

Leer las predicciones y conjeturas que escribíamos tras las elecciones de 2017 resulta un divertido ejercicio de humildad. Diferentes escenarios catastróficos aparecían en el menú. Nadie, sin embargo, fue capaz de imaginar lo que sucedería: el presidente Lenín Moreno sufriría una súbita crisis de conciencia (resultó que nunca supo nada); la clase rectora ecuatoriana lo recibirían con fraterno abrazo; la opinión pública perdonaría con asombrosa facilidad a los rentistas y funcionarios conversos del regimen anterior; y el expresidente Correa y su séquito aceptarían el exilio, la cárcel, la censura y la intrascendencia con una docilidad impensable.

Siempre es así. Nos vemos obligados a echar a la basura nuestros modelos y máximas ante al surgimiento de un factor inesperado que suele ser el que termina definiéndolo todo. Justo ahora, nos vemos obligados a lidiar con algo inimaginable años atrás: la llegada de cada vez más ciudadanos venezolanos.

Todo se salió del guion. El modelo de Chávez, se suponía, conduciría a una autocracia medianamente próspera, como la de Putin o la de Erodgan, o, por último, a una ordenada prisión, como Cuba o Corea del Norte, cuyos berrinches repercutirían en las altas esferas diplomáticas y en las páginas internacionales de la prensa sofisticada. Nadie imaginó que los chavistas serían capaces de colapsar hasta la producción de alimentos y que millones de personas de un pueblo con un secular historial de levantamientos y revoluciones optarían por irse en lugar de pelear.

Tampoco encaja en el guión teórico de la economía. Ante una balanza comercial negativa y miedo a la deflación, se suma esta nueva fuente de salida de divisas; ante una amarga discusión alrededor de reformas laborales, llega abundante mano de obra barata e informal. Pero, al mismo tiempo, quizás esta masiva inyección de capital humano, permita, finalmente, mejorar la productividad y competitivad del país; o quizás lleguen abundantes créditos y ayuda para ayudar a sobrellevar semejante crisis humanitaria. ¿Qué pasará? Nadie sabe. Pero al menos podemos consolarnos pensando en cuántas cosas inimaginables aún nos aguardan en el futuro.

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