Domingo de gloria

El binomio política-deporte no tiene una frontera clara si se considera el deporte de forma global, con todos los elementos que lo rodean y lo condicionan. El escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán encontró la imagen perfecta: “El deporte de masas es una válvula de escape para malos gases retenidos en el bajo vientre de la sociedad”.

Con una siembra de trabajo, esfuerzo, perseverancia, disciplina y temple, una nueva casta de deportistas -más allá de las circunstancias- logra cristalizar sueños y obsequia horas fértiles, regala sonrisas de orgullo, la dignidad triunfa. La bicicleta, piscina, pista y otros escenarios son los protagonistas, para hacer de Ecuador, un domingo de gloria.

No se disimula la intensidad emocional vivida. Los ecuatorianos quieren repetir esos momentos considerados de disfrute pleno porque permite desconectarse de conflictos, problemas, noticias sobre corrupción, grilletes, recetas de arroz, jueces y millones de dólares mal habidos.

Dieciséis millones comimos del mismo plato, como homenaje al nuevo ídolo del deporte ecuatoriano, nacido hace 26 años en Carchi, en la frontera con Colombia, donde el ciclismo una religión con cientos de confesos seguidores. Los ciudadanos honestos que al nadar, golpear, patinar, bailar, patear, correr y ciclear de forma profesional convierten sus sueños en realidad, más allá de los estratos económicos o sociales de procedencia.

Su disciplina, perseverancia, voluntad y humildad los lleva al podio del triunfo. El pueblo los ovaciona, la fama los estira y la gloria los ensancha. Son un ejemplo del Ecuador que queremos. En medio de la miseria ética y de la ruina moral, existen ecuatorianos que creen en el honor como un privilegio al que todos pueden acceder, si lo desean. Sólo hay que nutrirlo de pundonor.

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