Cárceles o infierno

¿Vigilar y castigar? Así tituló el historiador y filósofo francés, Michele Foucault, a una de sus obras mayores ensayísticas del siglo XX. A lo largo de estas páginas expuso sus reflexiones acerca de los aparatos ideológicos que utilizaba históricamente el Estado en Occidente para reprimir y modelar el comportamiento humano. En otras palabras, la cárcel, el hospicio y la escuela son las instituciones que condicionan (premian o castigan) las acciones cotidianas de las personas.

Quienes piensan y actúan de manera contraria al sistema están destinados al infierno, metafóricamente hablando. Foucault, por lo tanto, entendía la locura como una invención del modelo que debía difuminarse en el manicomio. Lo propio para los disfuncionales en la cárcel y la escuela como espacio de adoctrinamiento social.

Esta perspectiva ha germinado en diversas políticas para combatir la criminalidad y definir sistemas penitenciarios, pese a que el filósofo inglés Jeremy Bentham diseñó en el siglo XVIII la arquitectura del panóptico, es decir una estructura carcelaria desde la cual los guardianes tenían el control de las personas privadas de libertad (PPL) porque podían observar y controlar las celdas. En el mundo hay diversas concepciones del tratamiento de los PPL y también indistintos modelos de rehabilitación y reinserción social. Es decir, cómo la sociedad puede incluir a las personas que demuestran un cambio real.

Los principales problemas de las cárceles en América Latina son un infierno: el hacinamiento mayor al 100%, escuelas de perfeccionamiento del delito, reincidencia de los PPL, economía ilegal dentro de las cárceles, insalubridad, control de las mafias que operan afuera desde las celdas, pelea por ganar terreno. Incluso los líderes de las bandas se sienten más seguros adentro antes que afuera.

La ineficacia e inexistencia de políticas públicas adecuadas han recrudecido estos problemas al punto de que en algunos países, el Estado perdió el control de los centros penitenciarios. El Ecuador no escapa de esta problemática, de ahí la necesidad de poner el problema en modo de resolución urgente.

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