Políticos infames

Carlos Freile

Los políticos ecuatorianos no nos dejan ni alegrarnos un tiempito por los éxitos de varios compatriotas, pues de inmediato provocan ira, rechazo y vergüenza con sus acciones. Ganó Carapaz en Italia y a un político se le ocurre rebajar el impuesto a las bicicletas; pero otros, sin conciencia ni dignidad, dejan sin castigo, aunque fuese simbólico, a una persona que jugó miserablemente con el honor patrio.

La gente de a pie ya ni siquiera se pregunta si existe o no el honor, no se preocupa de esa entelequia fantasmal llamada Patria, por eso los políticos sin más guía que su interés callan, consienten, socapan, acolitan, disimulan, acceden, toleran, ocultan todo tipo de trampas, amaños, ardides, engaños, timos siempre que de estas acciones desvergonzadas ellos puedan lograr alguna ventaja, beneficio, provecho , utilidad.

¿La Patria? ¿El Ecuador? Son nombres vanos, vientos de la voz, sonidos sin substancia, palabras sin esencia. ¿Que se ha dado la nacionalidad a un indeseable, con notoria ausencia de méritos, y mediante violación de los procedimientos? No importa, no son ni pecadillos, ni travesuras infantiles, ni siquiera errores excusables; para las mentes ratoniles, que dijera Velasco Ibarra, se diluyen hacia la nada, desaparecen.

¿El amor de Patria? ¿La honra del Ecuador? Naderías sin sustento, palabrería hueca buena para las sabatinas infantiles, sonidos aptos tan solo para engañar a los tontos en las campañas electorales.

Y aquí estamos, ecuatorianos castrados, miramos impertérritos las jugarretas miserables, no reaccionamos, nos da igual, dejamos que una caterva maloliente de políticos infames nos deshonren y se rían de nosotros en sus conciliábulos. Ellos medran en su cloaca, engordan en su vileza.

Y nosotros, contagiados de ignominia, volveremos a votar por ellos, caeremos más veces en la trampa, y, lo que es peor, seguiremos refugiados en el silencio, paralizados en la indiferencia, como si esos desprecios a nuestra Patria se hubiesen dirigido a una sociedad marciana o venusina. A políticos infames corresponde un pueblo infame. No hay más.

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