Decisión y adivinación

Manuel Castro M.

Los gauchos ejemplifican así el culto al coraje: “Un hombre no debe amenazar ni dejarse amenazar”. En el país nos falta coraje para decir las cosas como son o como sentimos. Es que nos creemos el centro del mundo, lo cual solo es una verdad geográfica. El presidente Moreno no toma decisiones –o no le dejan tomar- que considera indispensables: reducir el tamaño del Estado, acabar con el impuesto a la salida de capitales, suprimir el anticipo al impuesto a la renta (que es una adivinanza, pues puede no haber utilidades), flexibilizar las leyes laborales y afrontar la corrupción con acciones.

No son fáciles de resolver, para eso están los gobernantes, no para dar peroratas, ofrecer nuevas vacaciones o regalos al pueblo y dejar todo lo no resuelto al nuevo Gobierno. No está para preparar una toma del poder por el mismo partido, que con los resultados obtenidos en los últimos doce años, no solo es demencial sino criminal. Los malevos le dicen a su rival al que perdonan la vida (en este caso al pueblo): “Te dejo con vida para que volvás a buscarme”.
No se toma la decisión de reducir el tamaño del Estado por el temor a los reclamos burocráticos. Los paños tibios dejan ver debilidad del gobernante. No se reducen ciertos impuestos y no se deja de recaudar otros por temor a perder ingresos, conforme le hacen ver sus asesores presidenciales íntimos. La corrupción está tan cerca del Gobierno que le impide verla, pues no hay peor sordo que el ciego.

Los ajustes laborales son temas serios: trabajo a prueba por tres años, al cabo de los cuales el patrono podría despedir al trabajador sin indemnizaciones; eliminación del recargo del 35% en los trabajos eventuales; y distribución de la jornada laboral en distintos días, lo cual ha sido calificado como precarización. Por supuesto que los derechos de toda índole deben ser respetados, pero a futuro debe cambiar pues sino no habrá inversión, nuevos empleos y el Estado seguirá siendo pésimo “taita y mama”. Los trabajadores deben ceder, también “Dar” como dice el Dante: “Ser como el árbol plantado a la vera del arroyo, que a su tiempo da su fruto”.

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