Los tres amores del ‘Flaco’ Castro

Jorge Arturo Castro Morillo

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En las calles lodosas de la Loja de los años 30 nació Jorge Arturo Castro. Podría escribirse en su historia el cliché edulcorado de una infancia feliz y despreocupada, pero nada más lejos de la realidad. En esa Loja a blanco y negro, las condiciones sociales de la gente común eran muy duras. Nos contaba que la primera vez que usó zapatos fue en su primera comunión, pero que le quedaban tan apretados que apenas el cura terminó la misa, se los sacó y caminó descalzo todo el trayecto a casa.

Creo que esas experiencias marcaron su forma de pensar, orientada a la gente que más necesitada. Años después, cuando ya era funcionario judicial aplicaría esos principios durante todo su ejercicio profesional. La Corte fue su uno de sus amores, el que tuvo que dejar cuando el paso lento con el que subía a diario por la Bolívar lo empezó a complicar.

Su otro amor fue el baloncesto. Las fotos de esa época lo muestran pasando balones a sus compañeros en esos partidos épicos de los que las nuevas generaciones no habrán escuchado hablar. Pero fueron jornadas gloriosas, de éxitos que llenaron de orgullo a toda la ciudad. Amiguero total, gardelista enajenado, liguista de Loja fanático y glotón incorregible. Su sonrisa franca, mirada sincera y los gestos amables de las manos con su dedo meñique torcido fueron su característica.

Y así, a inicios de los años 60 conoció a su más grande amor, su motor de vida, a la muñequita, esa que le dio su familia que hoy llora su partida. Ahora, en su despedida, no queda más que agradecer a Loja la solidaridad demostrada. Estoy seguro que del otro lado, se completó ese equipo de baloncesto y que volvieron las charlas jurídicas con Tuco Jaramillo, Ángel Paredes, Enrique García y Lauro Hidalgo. Mientras acá, su sombra larga, su palabra sabia y su caminar pausado se extrañarán más que nunca. (O)