Un mundo vacío

Mario José Cobo

Entre la explosión brutal de la cuarta revolución industrial, los dejes de la globalización nos van pegando manotazos fríos de realidades contemplativas y nostálgicas. Aquí, al otro lado del mundo, en la Europa Moderna y abastecida por los cuantiosos insumos de la relativa funcionalidad de sus instituciones, Ana (de 24 años) espera sentada frente a su portal en un pueblo en España que hoy por hoy tiene 2 habitantes.

Ella vive en Madrid, pero siempre que puede va y visita la casa de su abuela en una aldea de Castilla y León, otro de los sitios que se ha quedado sin gente. El pueblo de Ana es parte del inmenso fenómeno conocido como: La España vaciada, terminología que define la constante migratoria de la región Ibérica a las grandes ciudades.

Para darme una imagen, Ana me cuenta que el 85% del territorio en España, es habitado solo por el 20% de la población del país… cifra que sigue decayendo a velocidades supersónicas. Es decir que el 80% de la población está repartida entre las mayores ciudades de España que representa el 15%.

Casitas de piedra, monumentos históricos desolados cayéndose en pedazos… son muy pocos los que se han quedado en sus pueblos originarios. Una respuesta inherente de la mala planificación a largo plazo de los distintos gobiernos de las comunidades autónomas en España. Un síntoma de la globalización que demanda la homogenización y centralización de los insumos económicos en centros financieros vibrantes. Una ruptura amorosa entre la identidad europea y su tradicional romanticismo hacia el mundo rural… un mundo que se quedó sin trabajo, sin incentivos para el emprendimiento, sin inversión fuerte… un pueblo enraizado en una cultura ermitaña que no quiere abrirse al estrépito de las grandes urbes.

Un mundo vacío, al que se lo devorará el tiempo… engulléndolo con ansia entre la olvidada y enrevesada situación de los sitios que no fueron tocados por la varita mágica de la globalización.