DEPENDENCIA DESTRUCTIVA

Fausto Jaramillo Y.

No es necesario haber estudiado sicología para saber que existen determinadas actitudes humanas que, a pesar de ser destructivas, atraen y hasta dominan la vida de los seres humanos, ya sea en forma individual como colectiva.

Se ha comprobado que las adicciones de conducta, como el vicio del juego, las de consumo, como el alcoholismo y la narcodependencia, pueden ser atractivas a pesar de que todos sabemos que son destructivas; sin negar que también puede ser necesario la existencia previa de un componente genético de naturaleza hereditaria.

Muchos adictos a estas substancias tóxicas se han esforzado por rehabilitarse, que dicen que, tras una autobservación, encuentran una inclinación a la impuntualidad o a una necesidad de trabajar “bajo presión”. Entonces, podemos aceptar que requieren, en su vida de un fuerte impulso que solo proviene de una situación límite.

Si nos miramos como sociedad encontramos que necesitamos de estímulos fuertes para actuar y hemos desarrollado toda una cultura para sostener estas inclinaciones. Una de ellas, y quizás la más grave es la irrefrenable tendencia al caudillismo, populista o no, que sentimos en cada elección. En nuestra historia antigua o reciente, no podemos entender la política sin la presencia de caudillos que con sus discursos emotivos, actitudes histriónicas, agresividad y otras conductas excitantes, agitan el comportamiento social..

Otra característica del caudillismo es la negación de las consecuencias dañinas de su elección y, por supuesto, la de buscar la culpabilidad en el “otro” de todos los errores y desaciertos que pueda cometer.

Qué debemos hacer frente a esta adicción al caudillismo? Lo primero es admitir la existencia del problema y procurar analizar si quien busca ser nuestro líder nos convence por la razón o por las emociones.