Coronas y conquistas

Mathilde Barragán tiene 21 años y cursa el octavo semestre de Arquitectura en la Universidad San Francisco de Quito. Es delgada, de pelo lacio, negro, y en su muñeca izquierda lleva tatuada la palabra Paradise, en honor a la cantante Lana del Rey. Le gusta dibujar, leer, aprender idiomas.

Mathilde se reconoce como una chica con privilegios, pero a pesar de esas ventajas —estudiar, viajar, ser amada por sus padres— se ha sentido atacada.

Desde hace un año y medio, cuando regresó de un intercambio en Estados Unidos, la actitud de los otros frente ella empezó a ser hostil. Así como a Marina, la protagonista de la película Una mujer fantástica, a Mathilde también le empezaron a cuestionar sobre su identidad cuando iba al hospital, al aeropuerto, a una fiesta.

“Empecé entonces a preguntarme por qué no está normalizado ver a personas trans en esos espacios, por qué es tan raro vernos utilizando una tarjeta de crédito”. La respuesta, como ahora sabe y me lo dice contrariada en una cafetería de Cumbayá, sigue siendo, fatalmente, la misma: la ignorancia y su cosecha de prejuicios. Si Mathilde hubiese empezado su transición desde pequeña —como las niñas y niños que han visibilizado sus historias en España, Argentina y hace poco en Ecuador—, se habría evitado gran parte de ese trato discriminatorio.

Con ganas de cambiar esa realidad inequitativa, pero sin conocer a activistas ni saber bien cómo hacerlo desde su posición de estudiante, Mathilde encontró en un certamen de belleza la oportunidad para gestionar proyectos en favor de su comunidad. Hace poco, de hecho, la eligieron Reina Trans de Quito 2019 y su afán es lograr que se garanticen tratamientos hormonales tempranos y un acompañamiento psicológico permanente para la niñez trans y sus familias.

“No creo en este tipo de concursos —dice Mathilde—, pero son otra forma de visibilizarnos y demostrar que podemos generar un impacto positivo”. Ángela Ponce, la primera mujer transexual que participó en Miss Universo 2018, decía que tener una voz y motivar a otras mujeres era su “corona personal”. Abrir más caminos, por superfluos o innecesarios que parezcan, sigue siendo una conquista; con todo lo bueno y lo malo que eso revela de una sociedad.

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