Remendar y crear redes de pesca, un oficio tradicional en Esmeraldas

Redacción ESMERALDAS

Hundido en su asiento, pero solo porque la red se lo permite esta vez, Juan Mártires Angulo Vera, de 54 años, comienza a mover sus manos. Lo hace de una manera tan rápida, que si alguien está a su lado no se percata en qué momento realizó el nudo. El experto cuenta que es todo un arte tejer una red de pesca.

Vera reconoce que las faenas de pesca son tradicionales, que todo ribereño ha surcado los mares, que se ha encontrado con los piratas en altamar, que ha pescado y que sus raíces no solo se centran en la danza o en la gastronomía, sino en la pesca, porque sin duda es imposible no hacerlo teniendo un puerto pesquero a pocos metros de donde reside, y que junto con otros 2.500 compañeros, el tejer solo está entre sus dones.

Fabricados con fibra natural como el cáñamo, algodón o con fibra sintética -como el nailon o el kuralón-, los longevos como él, que una vez atravesaron los mares como excelentes marineros, hoy se dedican a crear y remendar las mallas que los jóvenes y adultos esmeraldeños y manabitas utilizan para pescar.

Tradición
Sus utensilios en esta oportunidad son la piola negra, el plomo y el cabo, acuñándolos a todos ellos con la aguja de madera, que fácilmente envuelve seis metros de este material y con la que puede crear redes de hasta 12 brazas, en solo dos días.

No sabe a ciencia cierta cómo se creó la red de pesca, pero al comentarle sobre un estudio publicado por La Nación de Costa Rica, en la que se asegura que las redes tienen un origen de hace más de 30.000 años, solo ríe, porque a él hace 30 años el conocimiento le fue transmitido por un amigo.

De él aprendió que las redes cuentan con cuchillas, cuerpo, barriga y brazos, y que repararlas puede tomarles simplemente dos horas o mucho más, dependiendo del daño y de la agilidad que el artesano haya aprendido.

Asentados en la parte alta del barrio El Panecillo, o en La Bocana, en el sector de Las Palmas, muchos pescadores aguardan horas para ir a faenar. Pocos son los que tejen, entre ellos Héctor Martínez, de 66 años, quien aprendió el oficio cuando navegaba los mares; un maestro (no recuerda su nombre) le inculcó la tarea de un ‘sastre’.

Como un sastre
“Esto es como un sastre, te traen la piola o la malla para hacerla o arreglarla, y se comparte en ocho pedazos, ya sea en cuatro cuchillas, dos cuerpos y dos brazos, como una camisa para el mar”, explica mientras ata, envuelve y aprieta una de las miles de uniones que esa red de ocho brazos mantiene.

Sabiduría negra
° En Esmeraldas pocos continúan con el oficio de crear y arreglar redes de pesca, precisando que pescar genera más ingresos, en contraste con los artesanos; ellos pensaron aquello al principio, pero luego de la escasez del alimento, los robos en altamar y la peligrosidad del agua, hoy están felices de haber aprendido esa técnica.

Lorenzo Asarelo es uno de ellos, vive en Atacames y por más de 25 años se ha mantenido en la práctica. Manifiesta que la piola negra no solo representa un trabajo más, sino también el color de su etnia, y aunque tal vez él sabe que las industrias no las pintaron por eso, no deja que nadie arruine su sueño.

Este expescador y ahora tejedor de redes, acompaña su labor con la música de fondo, la clásica salsa, y en ocasiones ritmos de marimba para amenizar su ardua labor. En horas del almuerzo disfruta y degusta su tradicional tapado de pescado.

Una fusión
° Manabitas y esmeraldeños residen en Esmeraldas. Los primeros son migrantes de Jaramijó, mientras que los segundos, son autóctonos de la zona. Ambos arreglan lo básico de sus redes, comparten tradiciones, platos típicos y géneros musicales como el vallenato y la salsa, predominando como siempre este último.