Segundo domingo de mayo: Día de la Madre

POR: Laura Benítez Cisneros

La madre es el ser que puede dulcificar todas nuestras angustias, sufrimientos y dolores, que con solo una mirada de ternura y dulzura destruye todas nuestras tristezas y amarguras. La madre es el símbolo de nuestra vida, es la gloria de nuestro ser, es la dicha que Dios nos ha puesto en la tierra, para que de sus labios brote la gota de miel que con sus besos mañaneros sean el néctar de nuestra existencia.

Trabaja y no se cansa, sufre y no se rinde, se desgasta y no se agota, se enferma y no le duele, es la virtud la fe y la esperanza, la parte más frágil del corazón, es la nota musical que veló y velará nuestras cunas. Hay mucho que expresar de la madre y nos falta palabras para poder decirlo, cuando ya no se tiene a la madre, parte de nuestra felicidad se ha ido con ella y nuestra dicha es incompleta y todo lo que nos rodea no vale nada en comparación de amor y ternura que ella nos entrega.

La vida puede tenerlo todo, poder, dinero, salud, pero el amor de una madre es lo más sublime que con su partida no podremos remplazarla.

En este hermoso día, que lo hemos dedicado a las madres del mundo, rindo mi homenaje desde lo más profundo de mi corazón, a la madre negra, a la madre india, a la madre obrera, a la trabajadora de la calle, a la madre abuela, por ser doblemente madre, de sus propios hijos y también de los hijos de sus hijos.

La madre negra e india, como la de la calle, son también madres como todas las demás, tienen amor y sabiduría para sus hijos, se sacrifican igual por ellos.

La madre obrera constantemente sabe que su labor es grande ante los ojos de los demás, amar y orar es su lema a pesar que el trabajo consuma su vida.