El trabajo fue forzoso para el pueblo afro en los trapiches

MÁQUINA. Antiguo trapiche en desuso en la hacienda La Loma. (Foto: Ana María Guerrón/Revista IPC)
MÁQUINA. Antiguo trapiche en desuso en la hacienda La Loma. (Foto: Ana María Guerrón/Revista IPC)

Quienes fueron esclavos laboraron día y noche y dieron hasta sus vidas en las haciendas azucareras.

Durante la Colonia se estableció que el trabajo en los trapiches (molino utilizado para extraer el jugo de determinados frutos de la tierra, como la aceituna o la caña de azúcar) era de negros, ya que los consideraban como una etnia apta para estas labores, por ser más fuerte y resistente. Esta fue una de las ideas utilizadas para justificar la esclavitud y asignar a la población afrodescendiente el trabajo en las plantaciones de caña.

El valle del Chota-Mira (Imbabura y Carchi) no fue la excepción. Ante la disminución de la población indígena en el siglo XVII, a causa de las mitas (obligación de laborar en las minas de oro y plata) y por las epidemias, los Jesuitas dueños de extensas tierras introdujeron la mano de obra esclava para trabajar en los trapiches, que se volvieron espacios importantes para las comunidades de ese valle en el periodo colonial y republicano, escriben la antropóloga Ana María Guerrón y la licenciada en Artes Liberales Ana María Morales en la revista del Instituto de Patrimonio Cultural (IPC).

En las grandes haciendas azucareras de los Jesuitas se instauraron nuevos cultivos frutales y de caña, introdujeron los trapiches y molinos que funcionaron con las acequias del sistema de irrigación prehispánico, por lo que tuvieron también control sobre el agua de la zona.

Las largas jornadas de trabajo hizo que los afrodescendientes se adapten al nuevo medio físico y sistema social, porque cuando llegaron al valle Chota-Mira no estaban biológicamente preparados para esta labor. En 1767, cuando los Jesuitas fueron expulsados del país, quedaron seis ingenios azucareros y 2.625 esclavos, algunos de los cuales lograron escapar en la transición hasta la venta a particulares.

Se creó un código de regularización
Después de la salida de los Jesuitas, los nuevos dueños de las haciendas continuaron los malos tratos y castigos, no respetaron los valores de la unión familiar que mantenían los religiosos, vendieron esclavos fuera de la región. En 1789 se estableció un código de regularización de trabajo para especificar la cantidad de tareas que debía realizar el esclavo, los días libres y los beneficios (alimento, cachaza, miel…), con lo que en las haciendas se aseguró el control de los esclavos y una buena producción.

En 1851, José María Urbina decretó la abolición de la esclavitud en la naciente República de Ecuador, y las comunidades del Chota-Mira pasaron directamente a ser huasipungueras, igualmente obligadas a trabajar sin pago y bajo condiciones laborales injustas, refieren Guerrón y Morales.

FUNCIONAMIENTO. Trabajadores en el trapiche de Santa Ana que aún se mantiene en funcionamiento. (Foto: Ana María Guerrón/Revista IPC)
FUNCIONAMIENTO. Trabajadores en el trapiche de Santa Ana que aún se mantiene en funcionamiento. (Foto: Ana María Guerrón/Revista IPC)

Continuaba un tipo de esclavitud
La modalidad de la hacienda huasipunguera permaneció igual durante el siglo XX. Un miembro de la familia tenía que laborar en la hacienda para mantener su huasipungo, el resto de la familia se encargaba del cuidado de los animales y de cultivar su chacra. Los jóvenes obtenían su chacra al casarse.

Los adultos mayores que aún viven en la zona recuerdan que su vida en esta época estaba sujeta a un tipo de esclavitud, puesto que no tenían libre elección de trabajo. Señalan que esa labor era de esclavos, que se esforzaron en vano, que hacían de todo y en largas jornadas; trabajaban día y noche en hacer panela, cargaban la caña en burros o en carretas para llevar al trapiche y participaban en la molienda.

Los roles en el trapiche
Para el funcionamiento de las haciendas en el siglo XX, hubo roles establecidos desde el siglo XVlll con los Jesuitas.

El mayordomo era la persona que distribuía las labores y dividía a los trabajadores en cuadrillas; el escribiente se encargaba de anotar las funciones que cumpliría cada persona y los sirvientes realizaban diferentes funciones, mientras que en la cosecha y el cultivo de caña se desempeñaban como cargadores, cortadores y limpiadores, este último lo hacían mayoritariamente las mujeres.

El ‘pailas’ era el encargado de supervisar el trabajo dentro del trapiche; en el alambique laboraba el destilador y un ayudante sacando el aguardiente; el moledor insertaba la caña en la trituradora; el moldero ponía la miel en los moldes; el hornero alimentaba con gabazo el horno que calentaba las pailas y eran las mujeres las que se encargaban de empaquetar las raspaduras.

Por otro lado, a las haciendas que producían aguardiente, la Dirección Nacional de Estancos les asignaba un guardia de estancos, encargado de contabilizar la cantidad de litros de producción y la entrega del alcohol. (CM)

Antecedentes
° Hasta la Reforma Agraria de 1964, el trabajo de las comunidades afro estuvo sujeto a fuertes condiciones laborales. Hombres y mujeres entregaron su vida y fuerza a la hacienda a cambio de una vivienda y una huerta.

Se registraron muchos casos de maltrato físico por parte del patrón o del administrador de la hacienda. Con la abolición de la esclavitud pasaron de “tener un precio a contar con un huasipungo que debían pagar con el mismo trabajo que efectuaban cuando eran esclavos”, señalan Ana María Guerrón y Ana María Morales en la revista del Instituto de Patrimonio Cultural (IPC).

Hasta que en 1950 se conformaron las movilizaciones campesinas de afrochoteños para exigir el justo cumplimiento de pagos y beneficios laborales.

Después de la venta de las grandes propiedades también finalizó la labor en los trapiches y el cultivo de caña a gran escala.

Memorias
Recuerdos presentes

° En la actualidad, la dinámica y el trabajo esclavizado del trapiche sigue latente. Sobre todo en las localidades de La Lona, Santa Ana, Caldera Chalguayacu.

° El único trapiche que está en mantenimiento es el de la hacienda Santa Ana.

° De los trapiches de Caldera y Chagualyacu solo quedan restos de los muros y una de las pailas de piedra.