Químicos dañinos

ARMANDO DAZA QUIÑONEZ

Muchos gobiernos asumen comportamientos contradictorios en muchas áreas de su ámbito administrativo; hablan a menudo de salud individual y comunitaria, pero nunca desarrollan proyectos productivos sectoriales; permiten y autorizan la aplicación de productos químicos a los alimentos primarios como verduras, frutas y otros, con la finalidad ambiciosa de acelerar su maduración, venderlos en corto plazo y obtener mayores beneficios y consecuentemente más ingresos para el Estado.

Mientras hablan de buscar equilibrio e inclusión socioeducativa y económica para evitar desorden e inseguridad como asaltos y crímenes, autorizan el consumo de drogas como lo hizo Rafael Correa, lo que altera y enloquece al niño, adolescente y adulto. Mientras hablan de luchar por una vida saludable, autorizan la represa de Manduriacu que envenena la cuenca aurífera de los ríos Machángara, Toachi, Esmeraldas, otros y un buen sector del océano Pacífico, afectando gravemente la salud humana.

Mientras las refinerías de Esmeraldas y otras del país contaminan el medio ambiente ocasionando enfermedades incurables a sus habitantes así como a la flora y fauna, el Estado continúa repotenciándolas en vez de invertir en filtros purificantes y en remediación de salud activa y preventiva a todos los sectores que correspondan.

Altos ejecutivos nacionales y provinciales, como gobernadores, alcaldes, prefectos, ministros y presidentes de la República, casi siempre se preocupan de defender su cargo y su interés económicos e individual, en vez de aunar esfuerzos con delegados y representantes populares para salvar y evitar tanta contaminación como los desechos venenosos de la Manduriacu y los químicos para acelerar la maduración de los productos agrícolas, son temas de utilidad colectiva que debemos afrontarlos todos de manera urgente.

El famoso escritor y novelista francés, Emile Zola, con mucha propiedad manifestó: “Debemos cumplir con nuestros sueños, desarrollar una vida sana, compartir armoniosamente con la sociedad, defender a los más débiles y vulnerables y así tendremos la alegría sublime de vivir”.

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