El hombre lobo del hombre

Lucía Margarita Figueroa Robles

Esta metáfora “homo homini lupus” ha rondado mi mente con mayor intensidad durante esta semana, en la que el Ecuador entero ha quedado absorto por aquellos bajos instintos que agitaron a una comunidad de pobladores, hasta convertirlos en homicidas; y es que la turba tras un rumor de secuestro, en redes sociales, lanzó bombas molotov al retén policial y sacó a los detenidos por haber robado un celular, en Posorja, para proceder a quemar un vehículo, cinco motocicletas de la Policía y atacar con palos y piedras a los tres detenidos, hasta matarlos. Esta bestialidad nos deja aborrecidos como sociedad, y es cuando surgen las interrogantes, de cuánto veneno podemos lanzarnos a través de rumores o chismes, pero más que juzgar a quienes los originan, quizá porque su conducta es el resultado de un proceso anormal del pensamiento, o simple y llanamente para llamar la atención debido a que sus valores y estabilidad dentro del núcleo social son débiles; es momento de que nos miremos en un espejo y nos preguntemos en cuántas ocasiones hemos permitido que nuestros actos nos conviertan en monstruos, por darle oídos a estos detonantes de la violencia y el odio, sin permitir basarnos en una fuente real antes de actuar. Sin lugar a dudas, actos condenables como este, son aquellos horrores que como humanidad nos hacen retroceder. Este es el retrato de nuestra nueva sociedad, marcada por el culto al dinero y a la violencia desmedida, una sociedad carente de valores y principios, de ciudadanos que se sienten en el derecho de “hacer justicia por cuenta propia” dejándose manipular como marionetas, en donde se multiplican los actos monstruosos, por dejarse llevar de simples rumores mal intencionados. Es de esta manera desvalorizada como detrás de los verdaderos monstruos de la violencia, se esconden otras figuras quizá igual de monstruosas que aquellas que nos asuntan. (O)