Se me asfixia al oficio

Mario José Cobo

¿A quién le escribo si ya no hay quien lea? ¿Para qué me invento desamores sin público?

¿Para quién es que siento? Intenso, presumido, el encanto que me baja desde el cuello.

¿Para quién desespero entre tanto insomnio mal pagado? ¿Por quién me clavo el alfiler con el sentir en la garganta? Mamá lo siento, por mal o por bien he nacido poeta… he nacido artista.

He nacido poeta en un mundo en donde se crucifica a la sensibilidad, y en donde se les tiran golondrinas a los paganos. Donde el sentido común se ha apoderado de todo aquello que no es válido, y la razón se ha convertido en el tirano de los ignorantes. Me han venido a dar este oficio (y fíjate, yo sin quererlo), en un mundo en donde nos hemos quedado sin filósofos y los jóvenes no se cuestionan el estado de su felicidad. Van persiguiendo mamá, de uno en uno, a todos los sentimientos… ¡Todos! …les echan agua fría para hacerles despertar.

En donde el amor… ¡el amor! ¿Quién lo iba a creer? Se ha dejado engatusar por el orgullo y se anda ocultando atrás del Casigana, en donde ya nadie va a contar las estrellas… estrellas, mamá, las que me han bajado del cielo, que es que son muy escandalosas y no es que dejan dormir a los curas.

He nacido para profesar un oficio muerto madre.

Porque ya nadie hasta ni siente. ¡Falta el coraje!… el desenfreno, la rebeldía, la pasión que quema, el suspiro que ilusiona, el dolor intenso, la angustia inconstante de no saber… el desenfreno de un beso, el significado de la flor… los pigmentos del aire y las escuadras del frío, que me miran escrupulosas porque no les escribo. Les grito de rabia, de rabia mamá… me he quedado sin oficio.

La poesía se extingue, se extingue entre el huracán de los medios insanos y el bullicio de la metrópoli… se esfuma entre las manos, como polvo se sacude… ¿A quién le cuento yo entonces el claroscuro… las pulsaciones del beso tránsfugo… los ojos miel y mis delirios de media luna? Por eso corro, corro y corre… huyo, ¡No! No huyo… me fugo… me refugio.