Película no filmada

Fabián Cueva Jiménez

En muchos países los educadores tienen el sueldo más alto de todos los profesionales. Aquí pidieron a la primera autoridad que los nivelara, con respuesta tajante: “Cómo los igualo con las personas que los formaron y educaron”.

Hay muchas narraciones en el cine: un profesor anclado a su profesión para en medio de drogas, violencia y fracaso escolar lograr el control y la recuperación o un maestro que deja un colegio de élite, para buscar solución a las actitudes rebeldes de alumnos en zonas periféricas.

Hay también de quienes anhelan transformar a grupos sociales que no creen en la educación. Hay filmes sobre el trabajo sacrificado de un maestro para cambiar las favelas en instituciones de aprendizaje. Otra sobre los desplazamientos por montañas llevando a sus espaldas la pizarra, buscando alumnos. Y hasta de un profesor que, perdiendo paulatinamente su visión, sigue ejerciendo

En Ecuador, hay historias no grabadas ni filmadas: viajes interminables por zonas agrestes, donación económica propia para llenar necesidades; abandono a la familia e incomprensión de las autoridades.

Aunque en el papel se sitúe como principal eje de los Planes Decenales la revalorización docente, no se consideran los riesgos de una vida profesional con signos de agotamiento, desgaste sicológico y pérdidas severas de energía, que dejan sensaciones frustrantes por no poder transmitir bien lo ya preparado.

Nadie piensa en el cansancio emocional, en prevenir, en ayudar para vencer su negatividad, en fortalecer su ubicación social, en dotar de médicos y sicólogos para una atención exclusiva a los maestros. Peor aún: cumplir los ofrecimientos después de culminar dos tercios de la vida en esa tarea única. Película de terror no filmada: Día del Maestro, discurso u obsequio, nada de un plan serio y perdurable.

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