Encuestas en la era de la posverdad

Ugo Stornaiolo

Los encuestadores políticos no acertaron en las últimas elecciones. Quito y Pichincha son un ejemplo. El mapa político es incierto y demuestra que la forma tradicional de investigar no sirve, pues los comportamientos cambiaron. La sociedad se transformó. Los espectadores pasaron a ser actores, pero el matiz de su intervención está en redes sociales, donde definen temas y agendas, en tiempos de “noticias falsas” y posverdad.

La posverdad se define como un contexto donde la contrastación empírica y la búsqueda de objetividad son menos importantes que las creencias y emociones que mueven a la opinión pública. No importan datos reales sino una información que encaje en el sistema de valores que identifica a cada persona.

La historia del engaño y la mentira es antigua. Sin embargo, el concepto de posverdad no alude a la verdad del enunciado, solo se remite a espacios de fuerzas e intereses. Se relaciona las “fake news” con desinformación, demagogia, intoxicación informativa, populismo, manipulación y teorías del complot.

Para lograr efectos, los activistas en redes alimentan debates y generan burbujas de verdades y falsedades, aceptables y convenientes, generando espacios de simpatías y antipatías, adhesiones o rechazos, con videos, audios o fotografías, cuyo origen no puede verificarse.

Informar los hechos es una utopía, cuando se vive en contextos donde la información falsa está en redes sociales. Gracias a ello, candidatos con posibilidades pierden y otros, que no eran tomados en cuenta, se posicionan gracias a noticias aparentes.

Cualquier político en busca de fama momentánea, dice lo que quiere y logra, con un aparato de propaganda (como el de Correa en la década del terror) que sus hechos sean irrebatibles e incontrastables.

Los estudios de opinión pública no sintonizaron con el electorado virtual, que consume pocos medios tradicionales y solo aparece en campañas virales, modificando decisiones electorales donde las personas deciden su voto: en las urnas. De nada sirven explicaciones posteriores. La posverdad llegó para quedarse. Si no, pregunten a Trump y a Bolsonaro.

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