Educación e inteligencia emocional

Fabián Cueva Jiménez

En una sociedad abrumada por conflictos, violencia, estrés, depresión, consumo de drogas y corrupción, puede que la sátira de Le Luthiers, dirigida a la juventud no sea acertada, aceptada o adecuada: “Los jóvenes de hoy en día/ ya no distinguen el mal del bien/ ya no hay la ley, ya no hay derecho/ no hay derecho que la pasen tan bien”.

La inteligencia emocional, relacionada con niños, jóvenes y hasta adultos, no introducido en el currículo de la educación ecuatoriana con la profundidad que se requiere. Notas ministeriales poco significativas, nada de capacitación, aún se piensa solo en la transmisión de conocimientos y no en las experiencias de aprendizaje para la vida.

En educación no son solo procesos cognitivos para alcanzar un alto coeficiente intelectual, son también los de Inteligencia Emocional, partiendo de que no son determinados genéticamente.

Los primeros años de vida para desarrollar la Inteligencia Emocional son cruciales, en el hogar por su abundante emocionalidad y en la escuela, como promotora de su desarrollo y protectora permanente.

Las nefastas experiencias de los líderes políticos, nos dicen que ni se conocen a sí mismos, ni se auto controlan y lo peor, se alejan de la conciencia social. “No hay mayor acierto que provocar cambio en la vida de los demás”, dijo Mandela.

El tema es impostergable. Hay que preparar niños y jóvenes con competencias emocionales, alejándoles de comportamientos de riesgos. Es imprescindible promover programas y herramientas que aporten sumen más afecto a nuestra vida familiar y social.

Pensemos en lo que ‘El Principito’ dice: “En un sentido muy real, todos tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente, y estas dos formas fundamentales de conocimiento interactúan para construir nuestra vida mental”.

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