Nuevo alcalde…

Alfonso Espín Mosquera

Hay varias lecturas sobre los resultados de las elecciones del pasado domingo 24. Unos dicen que Quito dejó de ser esa ciudad franciscana del Centro Histórico, modernizada años atrás hacia el norte, con uno que otro barrio marginal y con un inmenso Sur poblado por cientos de miles de habitantes llegados de varias provincias y, por tanto, ajenos a esas imágenes románticas de ese Quito de antaño.

Es verdad que la capital no es lo que fue y que centenares de urbanizaciones se han anexado hacia todos sus puntos cardinales. El límite occidental de la ciudad ya no son solamente las faldas del Pichincha, sino también las del Atacazo, en cuyas laderas se asientan muchísimos barrios populares.

No hay que olvidar que Yunda es un alcalde que gana solo con un 22%, lo que significa que aproximadamente ocho de cada diez habitantes electores no votaron por él. Tampoco lo hicieron las mayorías del sur, que son de provincia, y regresaron a sus lugares de origen para sufragar. Un triunfo el suyo que no es contundente ni definitivamente decidor de una conducta nueva de los quiteños.

El voto se diversificó entre tantos elegibles de movimientos políticos de una misma tendencia. Si se hubiesen unificado, los resultados serían distintos. Ahora aparecen muchos “memes” que hacen bromas sobre el nuevo alcalde. En ellos vuelve la argucia ciudadana y, aunque no descarto que los quiteños mostremos a veces una actitud racista, me preocuparía que todo se concentre en esta denominación peyorativa.

Y que a nombre de “cholo” se olvide la cantidad de frecuencias de las que goza Yunda o sus familiares y, peor todavía, el nivel y contenido de programas de su canal: vulgares y sexistas. Y así se lo convierta en una víctima, que ciertamente no lo es. Es de esperar que al menos se solucionen las necesidades prioritarias de la ciudad con respeto y tolerancia.

Hay que pensar que los ecuatorianos tendemos a idealizar un gobierno, sin advertir lo que realmente tenemos y somos. Estas elecciones nos dejan varias lecciones, sobre todo la fragmentación por intereses personales, cuando unidos por la ciudad o el país podríamos ser mejores y evitar, por ejemplo, el regreso del correísmo.

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