El Retorno

Por: Ramiro Ruiz R.

El 15 de agosto de 1868 a las dos de la tarde se sintieron los primeros temblores. Cinco horas más tarde, hubo réplicas intensas.

En la madrugada del 16 de agosto, una formidable conmoción destruyó casi todas las casas de Ibarra. Una descomunal polvareda se levantó por los aires. La gente quedó sepultada entre los escombros. Otros pueblos de la provincia soportaron el pánico.

Antonio Ribadeneira y Roberto Sierra, de la Comisión médica del Gobierno de ese año, escribieron: “Sus habitantes se han salvado en sus dos terceras partes, y si se hubiera acudido con unos cincuenta brazos siquiera, desde el día siguiente podemos asegurar que las víctimas no habrían llegado a trescientas; más la indolencia, la incuria, el desorden y el latrocinio dejaron consumir la existencia de miles de desgraciados que daban gritos hasta el quinto día y aún el sexto que fue ayer, en que pudimos  sacar  de  los escombros a uno de esos «infelices, siguiendo la dirección del grito».

Los sobrevivientes buscaron refugio en La Esperanza. Habían pasado nueve meses y las autoridades debían definir el futuro de la ciudad. El Municipio sesionó el 17 de Mayo de1869. Acordaron construir la ciudad en La Esperanza, siempre que fuera factible dotarla de suficiente agua. Sin embargo, un grupo de ciudadanos cuestionaron la decisión.

Después de algunas semanas García Moreno observó detenidamente los escombros. Esos materiales servirían para reconstruir la ciudad. Hizo el primer reciclaje de la historia. Ordenó la reedificación de Ibarra en su propio suelo, por decretos del 13 de julio de 1869, y el 22 de abril de 1872. El ingeniero Rogers hizo la planificación urbana.

La construcción de Ibarra fue de infinita paciencia. Las casas de la administración política y municipal se construyeron de un piso con el apoyo de García Moreno y Baquerizo Moreno. Terminó la obra el Gobierno provisional de Isidro Ayora. Pedro Moncayo amplió la segunda planta reconociéndose deudor del dinero enviado por el Gobierno.

Se edificó el Hospital, la Catedral, las iglesias de los dominicos, mercedarios y capuchinos, de las Hermanas de la Caridad y las monjas de la Pura y Limpia Concepción, el convento de las Carmelitas y el Seminario San Diego. La iglesia de San Agustín se levantó con fondos de la imagen del Señor del Buen Amor.

En la administración de Veintimilla se tendieron los puentes de mampostería sobre  los ríos Chota y Tahuando.

Ciento cincuenta años han pasado desde aquella madrugada de muerte. Ibarra parecía hasta hace veinte años una ciudad de papel a cuadros. Se podía admirar las lomas de Yuracruz y Aloburo. Ahora algunos edificios cortaron el paisaje. Todas las ciudades cambian. Algunas traicionan su historia. Desapreció el paisaje y el aparecido de Sanjuán Calle, El animero, La tradición de la Cruz Verde y otras que huyen del cemento.