¿Tecnopolítica?

Pablo Escandón Montenegro

¿Chuchaqui? ¿Satisfecho? No importa su condición. Usted votó, como yo, como todos. Durante esta campaña vimos que en los medios digitales hubo infinidad de contenidos: realidad aumentada en los buses, en volantes, en la propia web; la pauta de la tv se trasladó a Facebook, a Twitter y a Instagram. Hubo una gran campaña digital con uso de tecnopolítica.

Nada más falso, lo que hubo fueron erráticas estrategias de comunicación en la esfera digital, pero la mera difusión de planes de campaña con memes, con avatares y códigos QR no es tecnopolítica: es publicidad sin estrategia, aprovechada por vendedores de espejos que convencieron a los bobos aprendices de candidatos de que esa era la herramienta perfecta para ganar la elección.

El uso de la tecnología en política va mucho más allá de la difusión y el espectáculo que ofrecen las aplicaciones y las herramientas en la web. Usar la tecnología para la política es pensar en cómo solucionar un problema específico. Por ejemplo, para una elección sirve muy bien desarrollar un software o usar adecuadamente un mapa digital para tener clara a la población y su posible movilización.

Hay que volver a lo básico, a conversar con la gente, a convivir con ella, a tener una etnografía que se la traslade a lo digital y tecnológico. De lo contrario, pensarán que una elección gringa es igual que una como la que acabamos de vivir. El candidato triunfador no desplegó pauta en Facebook, ni se desgañitó en Twitter, menos aún en Instagram.

Con una web sobria, el candidato ganador mostró su plan de campaña y prometió lo que los otros no: casa. Levantó una base de datos con todos los que se inscribieron para tener su casa municipal. Usó data entregada voluntariamente y con eso trabajó en el mensaje y la estrategia: política básica, sin espectáculo en 3D.

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